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Abdicación y posterior asesinato del Zar Nicolás II y de su familia

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Fecha Publicación: 14/03/2024 - 21:40
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Fue uno de los magnicidios más reprobados de la historia universal del siglo XX. El 15 de marzo de 1917 como hoy, el Zar Nicolás II de Rusia, abdicó ante el avance de los revolucionarios y luego, el 17 de julio del año siguiente, fue asesinado junto a su esposa Alejandra y sus cuatro hijas, Olga, Tatiana, María y Anastasia y su hijo Alekséi. Con ellos también fueron ultimados tres de sus trabajadores domésticos y el médico de la familia. La consigna de los revolucionarios bolcheviques con Lenin a la cabeza fue no dejar rastro alguno de la familia Romanov llegando más lejos que los mencheviques de Kerensky que habiéndose mostrado reacio con la familia real, no se le había ocurrido eliminarlos como se hizo aquella madrugada del referido 17 de julio en que fueron despertados en forma intempestiva bajo el pretexto de tomarles una foto familiar y enseguida ser trasladados a un lugar distinto a Ekaterimburgo lugar alejado de Moscú –en la fría Siberia- hasta a donde habían sido llevados para “protegerlos” de los revolucionarios.

El zar no abdicó la corona en favor de su pequeño hijo que sufría de hemofilia –una patología masculina que no permite la coagulación de la sangre y que hace corta la vida de los que la padecen muriendo realmente jóvenes– sino en cambio lo hizo en favor de su hermano Miguel. El pedido de los dos emisarios de la Duma o parlamento ruso no fue correspondido y esa decisión precipitó su trágico final y el de su familia, aunque Miguel murió casi 25 después. La violenta desaparición del zar y su familia –fueron mutilados y quemados con diversos ácidos para que no quedara rastro de ellos ni de sus victimarios- generó un sentimiento de rechazo y otro culpabilidad en la sociedad rusa con los muchos años después del nefasto crimen e incluso Boris Yeltsin, el primer presidente ruso, en 1998, presidió los actos públicos llenos de solemnidad en que se dio sepultura a todos los Romanov en la cripta imperial de la Iglesia Pedro y Pablo de San Petersburgo, llegando a decir que “todos fuimos culpables del asesinato, yo también”. Este macabro y descalificado suceso ha merecido la condena unánime de la humanidad a través de la historia por lo que no deben repetirse en este importante país euroasiático.

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