Acción Popular y el síndrome de Ulises
Allá por los inicios de los sesenta del siglo pasado, cuando niño, mi madre, docente en la escuelita de Tournavista, pueblo ubicado a orillas del río Pachitea, hablaba de la llegada de un señor que postulaba a la presidencia de la República quien estaba viajando por todos los pueblos olvidados del Perú predicando su famosa tesis del "Perú como Doctrina".
Efectivamente, casi al anochecer, una pequeña embarcación, el pequepeque, acoderó en el precario puerto del pueblo en mención y, por la noche, la población se reunió en el local escolar y allí el candidato se presentó como Fernando Belaunde Terry, quien estaba acompañado de otro señor cuyo nombre no recuerdo aunque con el tiempo podría afirmar que fue Edgardo Seoane Corrales.
Su discurso encandiló a la gente de pueblo. No predicaba ideologías confrontacionales de izquierda o de derecha sino simplemente la necesidad de reducir la pobreza e impulsar la educación, lo que con el tiempo entendí con una simple lógica, que la propuesta era reducir la pobreza incrementando una clase media fuerte de la cual saldría una gran cantidad de líderes y empresarios que aumentarían con sus conocimientos e inversiones las oportunidades de desarrollo, es decir, poniendo los caballos delante de la carreta.
Luego nos enteramos que don Fernando Belaunde Terry fue elegido presidente, pero, como siempre ocurre en el país, su gobierno comenzó a convulsionarse con imputaciones de corrupción entre sus allegados y de una presunta debilidad del gobernante para poner orden en un país que comenzaba a convulsionar socialmente frente al levantamiento sedicioso de Luis de la Puente Uceda.
Recuerdo que Acción Popular se fraccionó entre los llamados "carlistas" y los "termocéfalos", estos últimos vinculados a Edgardo Seoane Corrales quienes, al producirse el golpe velasquista, terminaron plegándose al gobierno militar asumiendo el pasivo y desapareciendo a la caída del mismo, consolidándose el ala más tradicional del acciopopulismo al ser reelegido Belaunde a inicios de los ochenta.
En esta secuencia histórica se fue perdiendo la idea del "Perú como Doctrina", repitiéndose la historia del primer gobierno belaundista que, débil y sin rumbo, tuvo que enfrentar el terror desatado por Sendero y el Mrta, comenzando la infiltración caviar entre sus filas, perdiéndose el horizonte doctrinario predicado por Fernando Belaúnde.
Tal extravío lo puso en manos de elementos muy vinculados a la cofradía caviar y a grupos de la izquierda que se hacía llamar "responsable", llegando al clímax cuando su navío al garete comenzó a depender del señor Lescano cuyas ideas de izquierda radical mostraban indicadores de casi evidencia, pareciéndose en mucho a lo que predicaron los "termocéfalos" de los sesenta.
Lescano postuló a la presidencia de la República por Acción Popular y ya conocemos la historia de su asesoría congresal, su posición antagónica con la prédica belaundista y su relación con los llamados "niños". Hoy, como todos los partidos políticos, Acción Popular debe definir su dilema porque la inestabilidad nos está asfixiando.
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