Acciones ante la inhabilitación de María Corina Machado como candidata presidencial
El Perú, la Subregión Andina, Sudamérica, el continente americano y el mundo, cada uno de los referidos anillos de las relaciones internacionales, no pueden permanecer inertes o indiferentes ante la escandalosa e intolerable decisión del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, controlado totalmente por el régimen dictatorial de Nicolás Maduro, de inhabilitar a la mayor activista política que cuenta la tierra de Simón Bolívar, la señora María Corina Machado, de su legítimo derecho a postular a la presidencia de su país, en nombre de toda la oposición venezolana, es decir, la mayoría de habitantes de este país, que al 2024 ha sido reducida a 28,2 millones debido a la ola migratoria, principalmente. La arbitraria y abusiva medida fue dictada hace ya cuatro días, y hasta ahora no he visto una movilización en el tono del verbo político esperado para CONDENAR con mayúscula la vil medida antidemocrática que merece el mayor repudio de la sociedad panamericana e internacional. Maduro sabe perfectamente que la señora Machado arrasará en las elecciones de fin de año y con ello, ponerle coto a una etapa realmente desgraciada que le ha tocado vivir al querido pueblo hermano de Venezuela, para luego iniciar su retorno a la democracia. Maduro se burla a sus anchas del Acuerdo de Barbados del 17 de octubre de 2023, por el que se comprometió a permitir elecciones limpias y la suspensión de las sanciones económicas para Venezuela.
Por lo anterior, entonces, está claro que Maduro, el mayor violador de derechos humanos en la historia de este país y que, por esa misma razón, ha sido denunciado ante la Corte Penal Internacional, no dejará el poder por las buenas. Dado, entonces, que no se le podrá sacar por las malas, pues la oposición venezolana actúa con la misma transparencia con la que ha venido luchando indesmayablemente por conseguir el retorno a la democracia, estoy convencido -lo he dicho en una montaña de columna en el pasado y no exagero-, que la única forma para conseguir ponerle punto final a la dictadura, deberá ser por una medida continental, la que puede traducirse en un bloqueo. Nada de invasiones militares ni del inicio de un estado de beligerancia, promoviendo la insurgencia, porque Maduro se ha valido del eficaz poder coactivo y coercitivo, gracias a contar con la cúpula de las fuerzas armadas del país -sus cómplices por excelencia-, con las que controla y domina los destinos del pueblo venezolano, a estas alturas de su vida contemporánea, completamente secuestrado e intimidado. Un bloqueo, que está permitido por el derecho internacional, será el camino para ejercer presión hasta el final. Paralelamente, debería iniciarse una intensa jornada de pura política internacional para conseguir que el referido bloqueo consiga su objetivo al que deberán sumarse las sanciones económicas por parte de la comunidad internacional pues el Acuerdo de Barbados ha sido burlado in extremis. En ese objetivo el Perú, promotor del Grupo de Lima, que nunca debió desactivarse, debería liderar la referida jornada, siempre con una corriente de condena y rechazo al régimen dictatorial, pues ese es el único tono con el que deberá dejarse por aviso y registro al continente y al mundo, la posición de nuestra política exterior ante la completa falsedad del régimen Venezuela que se ha vuelto a mofar de los pueblos democráticos como el Perú.
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