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Adiós 2023

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Fecha Publicación: 29/12/2023 - 22:20
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El año que termina, tuvo una denominación casi sarcástica: “Año de la unidad, la paz y el desarrollo”. Ninguno de ellos se cumplió. Como casi todo, quedará en nuestro recuerdo solo como un deseo de buena voluntad del gobierno. Y nada más. ¿Cuáles fueron los principales problemas que afectaron al país y permanecieron como una constante en el imaginario popular? Si habría que simplificarlos, diríamos que la corrupción, la delincuencia y la situación económica fueron las preocupaciones centrales y cotidianas de la población este 2023.

En cuanto a la corrupción, se podría decir que la población ya está familiarizada con expresiones como enriquecimiento ilícito. malversación de fondos. negociación incompatible. nombramiento o aceptación ilegal de cargo, todas ellas vinculadas al mal uso de los recursos del Estado; es decir, de todos los peruanos, por malos funcionarios públicos.

Para citar sólo casos del primer semestre tomado de una fuente oficial como la Defensoría del Pueblo, en ese período ya se contaba con cinco mil 860 casos de corrupción en trámite a nivel nacional, siendo las más agraviadas las municipalidades, seguido por los gobiernos regionales y la Policía Nacional del Perú, según el reporte en 19 departamentos o regiones. De esos casos de corrupción en trámite, el 19 % se concentra en Lima; el 7.8 %, en Áncash y un 6.7 %, en Junín. El mismo reporte da cuenta que los delitos con mayor incidencia son: peculado con un 27 %; colusión con un 19 %; y negociación incompatible con un 16 %.

Esta situación demanda mayor celeridad en las investigaciones a nivel fiscal y el apoyo presupuestal del caso. Por lo demás, los temas de corrupción siguieron esa línea en los meses que siguieron, según informaciones que se conocen y que, los casos más emblemáticos, fueron reportados por la prensa nacional.

La inseguridad ciudadana con la creciente ola delincuencial fue otro de los problemas centrales que tuvieron que enfrentar las autoridades este 2023. Esta vez alimentada por la presencia de organizaciones criminales que llegaron de Venezuela, principalmente. Sin embargo, la violencia social arropada de reclamos políticos nos ocupó los primeros meses de este año. Fueron acciones bien organizadas que se iniciaron en diciembre del año pasado, luego de la caída del exmandatario, Pedro Castillo.

Los actos de violencia que empezaron el cuatro de enero y se extendieron hasta el cinco de marzo, luego de una pequeña tregua que se venía dando desde fines de diciembre, fueron coordinados por organizaciones y dirigentes sindicales, todos ellos, de izquierda, con residencia en el sur del país, principalmente, bajo un programa esencialmente político. ¿Qué pedían? La renuncia de la presidenta Boluarte, adelanto de elecciones inmediatas, convocatoria a una Asamblea Constituyente plurinacional y popular y libertad para Pedro Castillo. El programa se fue reduciendo a medida que las protestas bajaban en intensidad y se tornaban, por el contrario, en solo violencia sin dirección. A ello se agregaría que sus primigenios líderes fueron cayendo en manos de la policía y la justicia acusados de actos de terrorismo.

Este tipo de violencia, que buscaba generar terror en la población, con locales públicos incendiados, ataques a la propiedad privada, tomas y bloqueos de carreteras en puntos estratégicos de la vía nacional, intentos de tomas de aeropuertos y muertes provocadas de la población, actualmente en investigación, nos hizo recordar, por sus métodos, las álgidas etapas del terrorismo que los peruanos vivimos en la década de los 80. Puno, Cusco y Ayacucho fueron las regiones en las cuales se organizaron las protestas y luego se trasladaron a Lima bajo la consigna y el lema de buscar “la toma de Lima”, aunque fallidamente. Esos actos de violencia provocaron, a su vez, inestabilidad social, política y económica. Los comercios, sobre todo pequeños, tuvieron que cerrar sus puertas, el turismo interno y externo se vio golpeado fuertemente, la economía se retrajo y la población, que busca vivir en paz, al centro sin saber qué hacer ni cómo salir.

Felizmente, todo parece haber pasado. El 2023 será recordado como el año de la violencia, la corrupción y el desconcierto. Sólo esperamos que el 2024 sea diferente. Un feliz año apreciados lectores.

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