Adrianzén debe renunciar
¡Habemus Papam! No le ha podido caer en mejor momento la elección de León XIV al gobierno peruano, habida cuenta de la nacionalidad peruana del Papa, exobispo de Chiclayo, quien ha vivido más de 40 años en el Perú y originario de Chicago, Estados Unidos. Es obvio que esto significará un breve respiro al gobierno que tiene sobre la cabeza del Premier cuatro mociones de censura en el Congreso, por la ejecución el último fin de semana de 13 muertos en Pataz, La Libertad, donde la mafia del oro campea sin ley ni orden. Lo cierto, lo concreto y lo real es que alguien debe hacerse responsable de esas trece ejecuciones en una zona que tiene más de un año en estado de emergencia y que, según el gobierno, está en manos de las FF.AA. y la PNP. Las medidas tomadas por el gobierno, de interrumpir la actividad minera en la zona por 30 días hasta que se construya una base militar, pudieron haber sido tomadas hace más de un año, cuando empezaron los asesinatos por la minería ilegal y la voladura de torres eléctricas. El nuevo ministro del Interior ya no es el fusible como pudo serlo Santivañez, apenas tiene un mes en el cargo, por lo que la responsabilidad cae en su superior, el Premier Adrianzén. Los humores han cambiado en el Congreso y los propios parlamentarios quieren sobrevivir para la ilusión de una reelección. Apartarse del gobierno será, con los meses, un imperativo para el Congreso, por lo que deshacerse de Adrianzén y su gabinete precisamente en este momento en que el Ejecutivo debe asumir la responsabilidad por lo sucedido en Pataz. Eso también le daría un último aire al año que queda con un gobierno de salida con la peor aprobación de la historia reciente. No es como afirma el gobernador regional de La Libertad, César Acuña, donde se encuentra Pataz. Él dice que no conviene cambiar de premier ni de gabinete ni siquiera ministros en el último año de gobierno. Eso es un despropósito porque si sale Adrianzén nada peor de lo que ya estamos en seguridad y falta de liderazgo cambiará. El Premier ha devuelto el guante al Congreso, amenazando con una cuestión de confianza (con dos negaciones de confianza el presidente puede disolver el Congreso). Pero resulta que el tiempo ya le juega en contra. Según la Constitución, el Congreso ya no puede disolverse a un año del final de su mandato y una vez ya convocadas las elecciones. Esto significa que, en su locura por no abandonar un cargo que ya está desgastado en su persona, al Premier solo le quedan menos de tres meses para disolver el Congreso, rechazadas dos cuestiones de confianza. ¿Además, confianza sobre qué? ¿Sobre qué política de gobierno? Algunos dicen que Dina subió al poder con una cuarentena de cadáveres y se quedará hasta el 28 de julio del 2026. La diferencia es que en esa ocasión hubo un golpe de Estado perpetrado por Pedro Castillo y un contragolpe callejero para reponer al golpista en el poder. Y hemos olvidado que las turbas fueron dirigidas para tomar por la fuerza carreteras, aeropuertos, centrales hidroeléctricas, comisarías, locales de la fiscalía y el Poder Judicial. Toda una algarada. Ese contragolpe estaba destinado a cambiar el régimen republicano de gobierno por una dictadura comunista y el Estado y su gobierno tenían la responsabilidad y el legítimo derecho constitucional de defenderse. El tema con el Premier es bien distinto. Como responsable político del gobierno, su política de pacificación en Pataz ha fracasado con 13 muertos ajusticiados por la mafia del oro. Durante una semana todavía estaremos hablando de León XIV, pero pronto el Premier y el Congreso tendrán que enfrentarse a su destino.
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