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Aislamiento social y Covid-19

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Fecha Publicación: 16/03/2020 - 19:50
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Hace bien el gobierno en dictar drásticas medidas de aislamiento social, para evitar el contagio fulminante del Covid-19 entre nuestros ciudadanos. Pero no hacen lo propio las fuerzas armadas y policiales encargadas de hacer cumplir la Ley, cuando permiten que, a pesar de la medida adoptada, la gente siga desplazándose irresponsablemente por las calles, sin tomar conciencia verdadera del peligro que corren sus vidas, y poniendo en peligro también las vidas de quienes viven en su entorno.

Más allá de que las medidas adoptadas ayer hayan resultado de una pugna interna entre el Ministerio de Defensa y la Presidencia del Consejo de Ministros, entre una postura autoritaria que impulsaba medidas radicales que retiren derechos básicos al individuo en nombre de la salud de todos, y otra más democrática que postulaba un programa gradual de restricciones según avancen las estadísticas de contagiados; lo cierto es que el triunfo de los “duros” resulta en esta ocasión la decisión más acertada y sensata para el país, considerando que la disciplina social no es una de nuestras virtudes.

Resulta frustrante que ese 70% de economía informal salga a las calles por su cuota diaria de ingreso, sin importarle que en unas pocas horas podrían quedarse sin un solo ingreso por culpa de un posible contagio. Resulta frustrante que las autoridades vinculadas al sector Salud, quienes mejor conocen la evolución del nuevo brote viral, brillen por ausencia en la cúpula de mando, y sea la PCM quien asume hoy el control de la estrategia de lucha contra el Covid-19. Ojo, no decimos que la decisión sea mala, sino que sorprende que la ministra de Salud se haya convertido en una operadora más al momento de implementar su desarrollo. ¿Y dónde está el piloto?
Resulta preocupante que el gobierno haya demostrado, en su primer día de cuarentena (al menos en la ciudad capital, una de las regiones con mayor peligro), que no tiene autoridad sobre los ciudadanos. Que el uso de la palabra y la razón se desvanecen frente a la prepotencia y el cinismo del mundo ilegal, frente a su rostro idiota, con su expresión de ¡ya pues… el pobrecito tiene derecho a romper las reglas!... No, ningún derecho a no cumplir lo que todos debemos cumplir, porque su imbecilidad nos pone en peligro, porque su individualismo pone en riesgo nuestra colectividad, porque su egoísmo atenta contra la solidaridad que requerimos poner en práctica para sobrevivir ante un letal virus como el Covid-19, o para tener esperanza como sociedad.

De más está decir “se los dijimos”, si el número de infectados se multiplica aceleradamente, porque de nada servirá ponerlos como ejemplo, cuando sus muertes solo se conviertan en la constatación de esa identidad social inconclusa que no ha sabido convertirse en reglas de juego claras, ni en disciplina, ni en tradiciones, ni en una cultura que sepa defenderse a sí misma, sino todo lo contrario. Que es capaz de autodestruirse, en nombre de una “libertad” que no vale nada.