Al fiscal se le nota el fustán
Preocupa que la fiscal de la Nación coordine estrechamente con el Presidente de la República en Palacio de Gobierno, horas antes de dar pasos estratégicos en su “lucha anticorrupción”. Que le permita adelantar su presentación en la CADE 2019, para no estar presente durante el segundo allanamiento a las oficinas de la Confiep. Una jugada muy evidente, por cierto, que cual película de bajo presupuesto, no deja nada a la imaginación.
Preocupa que la hoja de ruta del equipo especial Lava Jato tenga un evidente sesgo ideológico, y una inclinación por cargar todo el peso de la Ley sobre los enemigos de sus amigos. No es casual la extraña coincidencia que existe entre los tiempos de la fiscalía especial y las primicias periodísticas que publican los medios de prensa que les son afines.
Preocupa que no existan más equipos especiales de investigación, porque el que existe no logra aterrizar denuncias concretas contra los acusados, y muchos comienzan a salir de las prisiones preventivas sin saber aún, oficialmente, cuál es la razón por la cual se los investiga o estuvieron presos 18 o 36 meses. ¿No sería mejor financiar adecuadamente a tres o cuatro equipos de fiscales especiales, que compitan entre sí por denunciar con pruebas concretas a los supuestos criminales? ¿No sería mejor que la práctica les permita acordar estándares y protocolos, que garanticen el debido proceso al tiempo que combaten la impunidad?
La percepción de una Fiscalía Especial que agota sus esfuerzos sin llegar a nada comienza a instalarse en el imaginario popular. No porque creamos que sean malos per se. Están cumpliendo un rol social. Ser suspicaz y pensar mal son parte de su ADN. Pero de allí a cometer gruesos errores (que podrían ser también delitos), como falsear la traducción de un colaborador eficaz brasilero, diciendo algo que no dijo como si fuera verdad, para sustentar una prisión preventiva que parecería hecha “a pedido”. Eso también comienza a tener un tufillo criminal.
Lo cierto es que no entendemos qué está pasando con los fiscales del equipo especial. Si bien tuvieron interesantes aciertos en sus hipótesis iniciales sobre aportes de campaña y simulación de estos ingresos a cuentas oficiales de los partidos, estas no resultan ser tan sólidas cuando de sostener “lavado de activos” se trata. Tampoco resultan muy convincentes cuando vemos que ese mismo Poder Judicial y Fiscalía que son durísimos con los políticos, no lo son tanto cuando de los empresarios corruptos se trata, y mucho menos cuando vemos a diario que violadores, carteristas y asesinos capturados por las fuerzas del orden in fraganti, luego son liberados por esos mismos defensores de una Justicia que no es igual para todos.
Lo peor que podría suceder con las fiscalías que luchan contra la corrupción es perder credibilidad ciudadana y convertirse en nuevos actores políticos. Lo suyo es impartir justicia, caiga quien caiga, y con las mismas reglas de juego para todos. Pero eso no es lo que vemos ahora último. Nada más peligroso para un juez y un fiscal, que se les note el fustán, y terminen convirtiéndose en justicieros de parte.