ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Al fondo hay un sauce

Imagen
Fecha Publicación: 25/12/2021 - 22:50
Escucha esta nota

Ha transcurrido una semana desde el triunfo de Gabriel Boric sobre José Antonio Kast en Chile y muchas aguas de la controversia siguen discurriendo bajo los puentes arbitrarios de la opinión. Empiezo por la que me parece la más inconsistente y banal de todas: culpar al nuevo electorado mapocho de esa decisión, juzgando inverosímil que una sociedad modelo de institucionalidad y desarrollo capitalista en América Latina opte a favor de la alternativa contestataria y antiestablishment.
A partir de esta premisa, surgen otras apreciaciones reduccionistas y atrabiliarias. No es requisito ser simpatizante de Boric –un político surgido del verbo con cero gestión administrativa estatal, idéntico a Alan García 1985 hasta en la edad– para explicarse su éxito en las urnas.

Las lágrimas liberales o derechosas sobre la leche derramada deberían convertirse en talante reflexivo que ayude no solo a detener los riesgos de la universalización política colectivista en América Latina (demostradamente fracasada), sino también a reconstruir la homilía que defienda el sistema de libertades desde los púlpitos de la academia, la cultura, los medios, la sociedad civil joven, el emprendedurismo y todas las áreas capturadas con paciencia y cara de buena gente friki por la izquierda caviar.
Porque ha sido en estos terrenos donde la derrota de la sensatez económica resulta abrumadora. En los últimos siete días, más que a los opinólogos fariseos prestos a las rasgadas de vestidura, constituyó un alivio escuchar comentarios de fondo que no pierden el tiempo en condenar a Boric sino en identificar los retos que tienen los hermanos chilenos por delante.

En este punto, vuelvo a la voz del rector de la Universidad Diego Portales y columnista del diario El Mercurio, Carlos Peña, quien tuvo a bien ilustrarnos a un grupo de compatriotas peruanos sobre las razones que eyectaron las protestas de octubre 2019, base de las conquistas de Boric. Todas ellas una voz de alerta de lo que ocurriría tanto en la elección de la Convención Constitucional como en los comicios presidenciales del 19 de diciembre.

Uno, la “paradoja del bienestar” donde la apariencia del paraíso terrenal chileno tenía grietas no identificadas por sus promotores. Dos, las “desigualdades inmerecidas” nacidas de los privilegios y condenadas por la clase media y sectores populares desde el núcleo del modelo. Tres, el componente generacional del inconformismo que –como James Dean en “Rebelde sin causa”– capta adhesiones, pero carece de propuestas consistentes. Cuatro, el profundo desanclaje de los ciudadanos respecto a la política (fenómeno universal) y quinto, la falta de movilización del Estado. Pese a que Chile fue el país que más tempranamente consolidó el aparato estatal, ahora su sociedad corre adelante del mismo.

Nada de esto niega que con la elección de Boric –como reza una estrofa de la hermosa canción compuesta por Chito Faró– al fondo hay un sauce que llora y que llora. Lloramos porque queremos a Chile y anticipamos, sin prejuicios ni fatalismos, su fracaso. Moderado o radical, Boric será devorado por los extremos.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.