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Al futuro se le mira con la luz del pasado

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Fecha Publicación: 13/12/2024 - 21:50
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“De la degradación a la reconstrucción de nuestro futuro” fue el lema con el que la última Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE 2024) convocó a los líderes empresariales. Desconozco el desenvolvimiento y los acuerdos a los que arribaron. No participé en tan sugestivo evento. Sin embargo, no solo el contenido del lema, sino la fecha de su realización (noviembre), me dan pie para espigar algunas ideas aplicables a otros ámbitos.
Se propone, al filo de un ejercicio fiscal, lectivo o calendario, el análisis y discusión de los integrantes de una organización que, como consecuencia del desempeño conductual, actitudinal y normativo, está sumida en la degradación, indecencia y declinación. Este diagnóstico absolutista y universal arrasa con la vitalidad de todos, al quedar –sin descremar– algunos como autores o como cómplices de ese resultado.
La segunda idea tiene que ver con reconstruir, que en buena cuenta es volver a construir sobre lo que estaba. Ahora bien, si se parte de que lo anterior era degradación: ¿se reconstruye sobre la base de los sistemas o de las personas? Si los primeros abrigan procedimientos mañosos, se pueden reconfigurar. Pero si son las personas, ¿lo hacen por interés propio? ¿Por qué quienes deben ser autoridad y marcar el trazo andan en lo suyo? ¿Todo cambio debe liderarlo la administración pública? En principio, debe incoarse en cada organización y, más aún, en cada trabajador, repensando y revisando cómo vivió el año que termina.
Esta práctica de mirarse a sí mismo es propia de los docentes de la escuela. A fin de año, los sentimientos suelen ser encontrados; pasan por la ingratitud, la inquietud, hasta que finalmente se instalan en la realidad.
El filósofo español García Morente afirmaba con rotundidad: el alumno, de suyo, es muy ingrato. Al punto de que el docente debe ser agradecido si aquel se comporta como estudiante. Nada nuevo, ¿verdad? Es tal la magnanimidad del acto docente que la inmadurez del discípulo no logra aquilatarla. Es necesario el paso de los años y la sabiduría de la experiencia para decir “gracias”.
El contraste entre el agente y la obra en el paciente mueve al primero a mirarse a sí mismo, a atender sus debilidades y afinar sus cualidades. Pero el agente no es solamente acción, es, sobre todo, un ser que piensa, quiere, sufre, se cansa, se irrita, se decepciona y se desesperanza. Integrar el ser y la acción es una gran inquietud: el docente hace in pectore una promesa: no dejar que el alumno sea menos de lo que puede ser.
El docente tiene el privilegio de escribir en la biografía de sus alumnos. Cuanto más sabiduría –intención y contenidos– y mejor tono humano transmita –modo de escribir–, la huella que dejará será duradera. ¿Nunca se sabrán los resultados? Un pensador decía que la historia sería diferente si faltásemos uno de nosotros. Vale la pena imaginar cuánto bien hacen los maestros.
En donde se palpa ese bien es en “el mundo de la vida” (lebenswelt), es decir, en el importante y estético drama de lo cotidiano. ¿Qué? ¿Dónde crees que se fragua la persona?

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