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Alan García, 36 meses sin el coloso político

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Fecha Publicación: 14/04/2022 - 22:20
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Por Erasmo Reyna Alcántara

Han pasado 36 meses desde cuando el país y Latinoamérica se conmocionaron por la repentina partida del dos veces Presidente Constitucional del Perú, Alan García Pérez. Su partida significó para Latinoamérica la pérdida de un coloso de la política, de uno de los líderes políticos mejor formado, más culto e inteligente de esta parte del hemisferio. Su muerte se dio como consecuencia de un sistema de justicia convertido, por malos fiscales y jueces, en una maquinaria de destrucción de adversarios políticos y que hoy, incluso, amenaza también en convertirse en una maquinaria de aplastar medios (casos diario Expreso y Willax TV), periodistas y columnistas que se atrevan a enfrentarse al verdadero poder, a los titiriteros, a la mano que mece la cuna, a los fiscales y jueces de verdad, aquellos que proyectan los vistos y considerandos de las disposiciones y resoluciones fuera de las fiscalías y juzgados.

Vladimiro Montesinos es la prehistoria en el manejo de la justicia como instrumento de persecución política. Los mecanismos se refinaron, ya no se necesitaron fajos de dólares sobre una mesa del SIN sino una facturación por publicidad. Para qué ser torpes, para qué dar un golpe y convertirse en una repudiable dictadura, si en cambio puedes romper el equilibrio de poderes apoderándote de la elección de los que conducen el sistema de Justicia. Alan García no fue la primera víctima, pero sí su primera víctima mortal. En cualquier sociedad desarrollada y democrática la muerte de un Presidente de la República y principal líder político, provocada a raíz de una detención preliminar -no como consecuencia de una sentencia condenatoria, tampoco por una acusación fiscal ni siquiera con proceso penal abierto propiamente dicho (investigación formalizada)- hubiera generado, allí sí, una megainvestigación.

En el país se formó un perverso círculo vicioso en torno al sistema de justicia a cargo de fiscales y jueces convertidos en superestrellas mediáticas para combatir con ferocidad a los adversarios políticos del lagarto y corrupto Martín Vizcarra, de sus titiriteros, socios políticos y medios afines. Las normas sobre crimen organizado, lavado de activos y colaboraciones eficaces, vilmente utilizadas, se convirtieron en instrumentos de aniquilamiento contra los adversarios, donde el clímax del espectáculo era exhibirlos con sus carteles de detenidos.

En el caso de Alan García no interesó que haya comparecido 49 veces ante fiscales y jueces, haber tenido que venir tantas veces como fue necesario desde España para cumplir con las citaciones fiscales y judiciales, tampoco haber ofrecido actas de investigación que el fiscal nunca quiso actuarlas o simplemente no notificó de sus decisiones sobre dichos pedidos, tampoco haber solicitado se le reciba su declaración sospechosamente suspendida por el mismo fiscal que luego dijo que Alan García no colaboraba con la justicia, como tampoco importó los documentos notariales que acreditaban sus arraigos domiciliario, familiar y laboral, nada de ello importó, los operadores solo debían cumplir el libreto escrito para llegar al clímax del espectáculo.

Pero Alan García que ya advertía lo que se venía, jamás lo permitiría. No en vano en la carta “La razón de mi acto” dejada a sus hijos señaló: “He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos” y sobre sus verdugos dijo: “…les dejo… mi cadáver como una muestra de mi desprecio a mis adversarios porque ya cumplí la misión que mi impuse”. Alan García siendo el único político capaz de enfrentar con éxito al comunismo y caviarismo del Perú y Latinoamérica, acaso sus más rabiosos adversarios, verdugos directos e indirectos, conocieron su determinación y desencadenaron las circunstancias para un magnicidio, es la pregunta que la historia y la justicia en algún tiempo deberán absolver.

No ha pasado mucho tiempo para que ciudadanos de diversas tendencias políticas recuerden y extrañen, hoy más que nunca, a Alan García, al político, al estadista; y no pasará mucho tiempo para que la verdad se abra paso, para que la historia reivindique nuevamente a Alan y para que la justicia, la verdadera, haga su trabajo contra sus verdugos.

Exviceministro de Justicia - Abogado de Alan García

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