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¡Alberto Fujimori debería vivir en libertad!
Desde hace tres décadas Alberto Fujimori despierta pasiones y odios. La disolución del Congreso, la captura del genocida Abimael Guzmán y la corrupción en su gobierno marcaron su vida. Es admirado por quienes, agradecidos, reconocemos lo mucho que hizo por nuestro país en su momento más difícil. Pero es repudiado por aquellos que, cargados de rencor, no le perdonan su derrota política e ideológica y quieren verlo morir en prisión.
Lamentablemente los derrotados, con la permisividad de sucesivos gobiernos, escribieron y contaron la historia distorsionada a millones de niños y jóvenes en escuelas y universidades, quienes crecieron engañados y convencidos que Fujimori es responsable de todo lo malo que pasa en nuestro país, sin considerar que el fujimorismo no gobierna hace dos décadas.
Hace unos días se cumplieron cinco años de la decisión de Pedro Pablo Kuczynski de otorgar indulto humanitario al expresidente Alberto Fujimori, sustentándose en la opinión solicitada a un consejo de médicos. Sorpresivamente, en octubre 2018, con Vizcarra como presidente y los caviares gobernando a su lado, el Poder Judicial indebidamente dejó sin efecto esta autónoma potestad presidencial.
En marzo de este año el Tribunal Constitucional admite y da la razón al habeas corpus de la defensa de Fujimori, rectificando así la sentencia del Poder Judicial, restituyendo automáticamente el indulto presidencial. La respuesta de los poderosos caviares fue convocar a la cofradía progre internacional, logrando que en dos días la Corte IDH se pronuncie invocando al Estado peruano se abstenga de implementar la sentencia del TC que liberaba nuevamente a Fujimori. Lamentablemente el odiador y pusilánime Pedro Castillo acató servilmente la interferencia, a pesar de conocer que Fujimori nunca fue sentenciado por delitos de lesa humanidad.
El caso de Alberto Fujimori es una clara muestra de la injerencia de la OEA y la Corte IDH, que vulnera con prepotencia la autonomía del Tribunal Constitucional y nuestra Constitución. Los peruanos no olvidamos la perversa participación de esta Corte internacional que ejerció presión para liberar e indemnizar a miles de terroristas que purgaban prisión por asesinar cobardemente a setenta mil indefensos peruanos, por los que la OEA nunca tomó una acción firme en su defensa.
Somos mezquinos y malagradecidos al quedarnos callados aceptando que Alberto Fujimori, el hombre que con decisión y firmeza enfrentó la subversión, a sus 84 años, aún lo mantengan en prisión. ¿No ha sido suficiente pagar quince años privado de su libertad por los delitos sentenciados? Los terroristas que capturó en su gobierno ahora viven libres en el país que Fujimori rescató, reconstruyó y modernizó.
El Tribunal Constitucional debería reevaluar su postura, ratificando su soberana decisión. O quizá la presidenta Boluarte, en un gesto de conciliación nacional, podría mostrar magnanimidad indultando a Alberto Fujimori.