«Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos»
Queridos hermanos, estamos celebrando el Tercer Domingo de Adviento, conocido como Domingo Gaudete, que significa “domingo de alegría” o “domingo de gozo”. La liturgia de hoy nos invita a la alegría, porque se acerca al Salvador. La venida de Jesús nos llena de seguridad y esperanza: el Reino de Dios ya está cerca, y esto es motivo de celebración para todos los creyentes.
La primera lectura, del profeta Sofonías, proclama con fuerza: “Alégrate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; gózate y regocíjate de todo corazón”. ¿Por qué esta alegría? Porque el Señor ha expulsado a nuestro enemigo, el mal, y está en medio de nosotros como Salvador. Esta imagen es como un día de fiesta: Dios está con su pueblo, y su presencia nos da fuerza y valentía para afrontar cualquier adversidad. Esta alegría, hermanos, nos impulsa a compartir con los demás, especialmente con los más necesitados. La verdadera alegría cristiana se manifiesta en el amor al prójimo y en la solidaridad.
Respondemos a esta invitación con el Salmo tomado del libro de Isaías: “Gritad jubilosos, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”. El Señor es nuestra fuerza y nuestro poder, y por eso invocamos su nombre en medio de nuestras necesidades, angustias y enfermedades. Invocar el nombre del Señor es reconocer su presencia en nuestra vida y en la historia, es confiar en su grandeza y en su amor.
En la segunda lectura, tomada de la carta a los Filipenses, San Pablo nos dice: “Alegraos siempre en el Señor; Os lo repito, alegraos. El Señor está cerca”. Qué importante es recordar esto: Dios está cerca de nosotros. Aun en medio de las guerras, las enfermedades, las dificultades familiares y las crisis personales, el Señor nos invita a alegrarnos. Es una alegría que no depende de las circunstancias externas, sino que nace de la certeza de que Dios nos ama y nos acompaña. La acción de gracias en medio de las dificultades es una expresión de fe y confianza en el Señor, quien transforma nuestras penas en gozo.
El Evangelio, según San Lucas, nos presenta la figura de Juan el Bautista, quien, ante las preguntas de la gente, da respuestas claras y concretas sobre lo que debemos hacer para prepararnos para la venida del Señor. A quienes le preguntan qué hacer, Juan les dice: “El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo”. Este es un llamado a la solidaridad: compartir con los demás lo que tenemos, porque en el otro está Dios mismo.
A los recaudadores de impuestos les dicen: “No exijáis más de lo establecido”, y a los soldados: “No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con falsas denuncias; contentaos con vuestra paga”. Estas palabras nos invitan a la honestidad ya aceptar nuestra historia con gratitud, reconociendo que lo que Dios nos da es suficiente para nuestra felicidad.
Juan el Bautista también anuncia la venida del Mesías, diciendo: “Yo os bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Este fuego es el amor de Dios, que purifica nuestro corazón, nos transforma y nos llena de vida para poder entregarnos a los demás. Jesús es quien nos introduce en este fuego, dándonos la fuerza para amar y servir con generosidad.
Queridos hermanos, este Tercer Domingo de Adviento es una invitación a la alegría verdadera. Por eso, la Iglesia viste hoy de rosa, un color que simboliza la alegría y la esperanza. Es como un jardín lleno de flores que anticipa la belleza del encuentro con el Salvador. Estemos alegres, porque el Señor viene a salvarnos.
Que esta alegría nos lleve a compartir con los demás, a ser honestos ya abrir nuestro corazón a la presencia del Señor. Preparémonos con fe y esperanza para recibir a Jesús en Navidad.
Os pido, queridos hermanos, que recéis por mí, porque yo también lo necesito. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros. Muchas gracias y que tengáis un feliz domingo de Adviento.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao
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