Alexei Navalny, otro fantasma de Putin
Vimos a un apacible Vladimir Putin, presidente de Rusia desde 1999, frente al polémico periodista estadounidense Tucker Carlson, en dos horas con preguntas cómodas y pocos desafíos. Lo más saltante fue lo que no se discutió: elecciones rusas, asesinato de rivales políticos o la prisión de Alexei Navalny. “Un mandatario no debe ser juzgado por lo que dice, sino por sus actos”.
El caso de Alexei Navalny refleja la tensión entre el Kremlin y la oposición. Navalny destacó como abogado y blogger político, alcanzando notoriedad con su Fundación Anticorrupción en 2011 al revelar la ostentosa riqueza de funcionarios rusos, Vladimir Putin incluido. En 2014, la revista Forbes declaró a Putin como el mandatario con la mayor fortuna del mundo, generando más controversias.
En 2017, tras anunciar su candidatura presidencial, Navalny fue atacado y al ganar fuerza las tensiones con el Kremlin se intensificaron. En 2019 su Fundación Anticorrupción enfrentó redadas y arrestos, incluyendo el suyo propio. En 2020, viajando de Siberia a Moscú, cayó gravemente enfermo revelándose que fue envenenado con el neurotóxico soviético Novichok, logrando recuperarse en Alemania un año después.
Un agente reconoció el plan orquestado por el Servicio Federal de Seguridad (FSB), apuntando directamente a Putin, aunque el Kremlin lo negó. Pero Navalny continuó documentando su envenenamiento y recuperación en redes sociales. Regresó a Moscú en 2021, siendo arrestado esta tercera vez por supuestas violaciones por un caso de malversación de 2014, sentenciado a 19 años en una “colonia de régimen especial” con aislamiento calificada como persecución política.
Pero el 15 de febrero la noticia de la muerte de Navalny –con 47 años–conmocionó al mundo. Según informes, en una colonia penal en la región de Tver, en Siberia, Navalny se desplomó durante un paseo y falleció. Las circunstancias son confusas y las autoridades penitenciarias afirman que intentaron reanimarlo, rehusándose a entregar su cadáver.
La respuesta internacional muestra escepticismo sobre la versión oficial y señala al Kremlin como responsable. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, afirmó que “es obvio que Putin mató a Navalny”.
Este trágico desenlace muestra la relación entre el Kremlin y la oposición que sigue perseguida con cien nuevos arrestos. La muerte de Navalny deja un vacío en la escena política de Rusia con preguntas sobre el futuro en otro periodo electoral represivo.
El caso no es aislado, se suma a una larga lista de controvertidas muertes, incluida la del líder del grupo paramilitar Wagner, Yevgeny Prigozhin, quien falleció en un accidente aéreo en la región de Tver. El diputado Vladímir Golovliov, muere en 2002 y al año siguiente Serguéi Yushenkov también fue baleado en Moscú. En 2006 mueren la periodista Anna Politkovskaya tras denuncias por violaciones de Derechos Humanos; y el exespía Alexander Litvinenko fallece envenenado con polonio 210.
En 2013 el empresario Boris Berezovksy muere tras varios atentados durante su exilio; en 2015 el exviceprimer ministro Boris Nemtsov –posible sucesor de Boris Yeltsin– fue asesinado; en 2018 el exespía Serguéi Skripal y su hija Yulia son envenenados con novichok; en 2022 el empresario petrolero Ravil Maganov, murió tras caer por la ventana en un hospital; estas y otras muertes se producen en inciertas circunstancias, eventos que levantan sospechas y tensiones sobre las elecciones en marzo.
La comunidad internacional debe protestar por las violaciones de Derechos Humanos del gobierno ruso. La muerte y legado de Alexei Navalny debe influir no solo en la narrativa política rusa, sino servir de ejemplo para quienes buscan democracia y transparencia en países con gobiernos autoritarios donde la oposición enfrenta obstáculos y peligros.
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