Algo de razón
La última encuesta de Datum que incluye un simulacro de votación favorable a Pedro Castillo, trae otros indicadores importantes a tomarse en cuenta. Uno es la consulta respecto a si el abrazo de reconciliación entre Keiko y su hermano Kenji Fujimori frente al penal de Santa Mónica fue sincero. Un 70 por ciento no lo vio así y consideró más bien que fue una estrategia de campaña.
Otra pregunta indaga si la renuencia de Castillo a debatir en las afueras de dicho penal evidenció una huida temerosa de su parte. Un 40 por ciento cree ello, pero un 45 por ciento aseguró que el aspirante de Perú Libre estuvo ocupado formando su equipo técnico y elaborando las propuestas gubernamentales.
Bastan estos dos puntos para concluir que hay un ángulo por el cual la campaña de Fujimori no está funcionando y que debe enmendarlo cuanto antes faltando apenas 14 días para los comicios. Ese ángulo es el emocional, el de los gestos pretendidamente humanos y épicos.
Hay quienes hemos dicho que, a diferencia del 2011 y el 2016, Keiko carga esta vez la mochila de sus propios desaciertos políticos de los últimos 5 años y ya no tanto la de su padre, lejana en el tiempo para una nueva generación de ciudadanos con paradigmas distintos. Su antivoto es una ensalada fresca; no un pollo a la brasa guardado en la refrigeradora.
Por eso, insisto en que resultará casi imposible que la candidata de Fuerza Popular capte adherentes con iniciativas destinadas a rasgar los corazones del peruano indeciso. Menos en esta etapa de la segunda vuelta donde se ha superado el trazo de las áreas de combate: permanecer en la democracia defectuosa que tenemos o entregarnos sin remedio al experimento chavista totalitario. De esta definición Keiko vio crecer el apoyo a su causa, pero no ha sido suficiente.
La emocionalidad ha jugado a favor de Castillo por tres factores: ser novedoso en el elenco político, encarnar la promesa de cambio y su condición de maestro rural del Perú provinciano.
Sin embargo, el mamarracho populista que edifica su programa de gobierno, el cual garantiza un balazo suicida a nuestra golpeada economía, hace frágil al profesor por el otro camino evaluativo: el racional. Es cierto que éste no caracteriza al compatriota promedio (hombres y mujeres que anteponen los deseos a la realidad) y encima viviendo circunstancias desesperantes donde reflexionar casi es un lujo.
Es un gran desafío para Keiko introducir factores racionales al debate con Castillo y entrar de lleno a sus alternativas. Factores que deben simplificarse lo más posible, narrarlos con manzanitas, usar como Jesucristo la parábola o la metáfora que refleje realidades concretas de lo que se viene si se aplican las disparatadas propuestas de su rival.