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Algunas experiencias sobre la PNP…

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Fecha Publicación: 06/08/2025 - 22:50
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En los tiempos en que desempeñábamos ciertos cargos públicos de gran responsabilidad, tuvimos la oportunidad de observar hechos que llamaban la atención por la forma en que se imponía al personal subalterno de la PNP una serie de cargas económicas con descuentos obligatorios por prestaciones institucionales harto cuestionables.
Con el correr del tiempo, nuestra observación inicial dio lugar a una indagación personal, pero ya en trato directo con personal policial asignado a la entidad en donde prestábamos servicios y, también, cuando, por la naturaleza de nuestra prestación laboral, concurríamos a Barbadillo para entrenamientos de primeros auxilios y prácticas de tiro con pistola, fusil y fusil ametralladora.
Eran tiempos aún cercanos al demencial accionar terrorista; por ejemplo, hubo una masiva compra de pistolas que se trababan al sexto disparo, sin excepción, lo que evidenciaba su inutilidad para enfrentar un ataque y repelerlo con éxito. Los subalternos mencionaron que se les imponía desde el alto mando la compra del material defectuoso, pero que ellos preferían, con su dinero, comprar revólveres y pistolas de más calidad, siendo la preferida una marca italiana y otra austríaca.
Cuando se nos entregaba el respectivo paquete de municiones para completar el entrenamiento, al ver que muchos efectivos que nos acompañaban disparaban con sus armas, preguntábamos si les habían entregado a ellos también la munición correspondiente, mencionándonos que ellos recibían una cantidad muy reducida de balas provenientes de un almacén donde las retenían, exponiéndolas al humedecimiento que, en enfrentamientos reales, inutilizaba el material, que ya no respondía con el disparo respectivo al activarse el gatillo.
A eso agregaban que no tenían programas de práctica ni de técnicas de autodefensa que les facilitara reducir al atacante ni de tiro al blanco, notándose en la gran mayoría de ellos una clamorosa falta de puntería.
Sobre los uniformes, la historia era similar: cada efectivo tenía que comprar el suyo y los descuentos se hacían por planilla. En las escuelas, los alumnos compraban computadoras ofertadas por la alta dirección y aquellos tenían que pagar por los servicios recibidos.
Solo las unidades especializadas contaban con mayores beneficios, pero los efectivos que tenían que enfrentar el día a día en las calles junto a la población tenían que vérselas con lo que podían comprar para su seguridad personal.
El divorcio entre el individuo y la institución era muy notorio y, lo peor, no había entrenamiento físico para policías demasiado gordos. Hubo un Comandante General que parecía un globo aerostático en los desfiles patrios.
Por último, el marco legal y el criterio fiscal y judicial siempre son contrarios a sus intervenciones: o liberan a los delincuentes o los encarcelan a ellos. Todo esto requiere explicaciones y correcciones visibles y tangibles. Si la remuneración del personal subalterno es exigua, la pregunta vital cae por propio peso: ¿cómo financian sus compras?

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