Allende y Castillo
En Latinoamérica, las desgracias suelen aparecer luego de triunfos electorales ajustados y de la decisión de los ganadores de no hacer política sino de imponer una determinada visión excluyente de sociedad.
Por ejemplo, en Chile de 1970, tres candidatos se disputaron La Moneda, la mayor parte de la izquierda unificada con Allende, la derecha de Alessandri, y la democracia cristiana con el izquierdista Tomic.
El primero obtuvo 36% de los votos, el segundo 35% y el tercero 28%. No obstante, el ganador entendió que había recibido un mandato expreso para iniciar “la vía chilena al socialismo”, a pesar de que no tenía un respaldo mayoritario; creyó que bastaba con el apoyo de Cuba y de la URSS.
He ahí uno de los tantos errores de apreciación que se comete en los presidencialismos de la región, imitar sin sentido crítico al candidato vencedor norteamericano, que sí puede pretender desarrollar su programa gubernamental porque existe un bipartidismo real, que le asegura contar con un mandato efectivamente mayoritario.
En el Perú tenemos además la segunda vuelta donde se vota por el candidato con menor resistencia, de modo que las verdaderas preferencias se observan en los resultados de primera vuelta. Así, si Allende cometió un gran error al tratar de cambiar de sistema político en su país con apenas un tercio de los votos, el presidente Castillo se equivoca cuando pretende hacer lo mismo con apenas el 19% de la preferencia del electorado en primera vuelta.
Cierto es que el socialismo bolivariano ha mejorado sus procedimientos, planteando un referéndum inconstitucional con apariencia democrática, convenientemente sazonado con subsidios directos y bonos concedidos a grandes bolsones de electores; y se agrega a ello, la conocida fórmula de convocar una asamblea constituyente cuya composición no recoja la correlación de fuerzas políticas existentes, sino una arbitraria convocatoria a dirigentes y activistas de grupos sociales de probado compromiso con la causa comunista.
El régimen peruano se debilitó con la confrontación de 2016, originada por el estrecho margen entre Kuczynski y Fujimori, 46.87% y 46.67% respectivamente. Cosa similar sucedió en 2021, entre Castillo con 46.85% y Fujimori con 46.62%.
Como Allende, Castillo desea un régimen leninista, para lograrlo ya no necesita armar milicias, sino una asamblea constituyente al servicio del partido en el poder. A ambos, la ideología les impidió hacer política, pues a pesar del presidencialismo, pudieron construir una mayoría otorgando espacios en el gabinete a las agrupaciones más importantes y políticamente cercanas del Congreso, aunque ello requiera elaborar un nuevo programa de gobierno, realista y consensuado.
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