Alta tensión mundial por el bombardeo en Gaza
El incalificable bombardeo sobre el hospital Al-Ahli en la ciudad de Gaza merece la mayor condena mundial. Los videos de sus consecuencias son elocuentes y no hay discusión alguna sobre su veracidad. Israel los niega imputándolos a la Yihad Islámica, otro de los grupos extremistas que operan en la región del Medio Oriente, y el Hamás, que todavía domina en la Franja de Gaza, se los atribuye ciento por ciento a Israel. Lo cierto es que la muerte ipso facto de más de 500 personas que se hallaban en el referido nosocomio y en sus alrededores, es un hecho nefasto que escala temerariamente el conflicto, volviéndolo de pronóstico reservado. Mientras el monarca de Jordania, Abdalá II, y el presidente de Palestina, Mahmud Abás, han cancelado la reunión que tenían prevista con el presidente de los Estados Unidos de América -y podrían haber otras más-, Joe Biden, que ha emprendido un viaje hasta el Medio Oriente -no debió hacerlo porque le resta poder al hegemón del globo pues la actitud disuasiva de la Casa Blanca debía tomar forma y expresarse solamente por los dos portaviones y los más de 2000 soldados que ha decidido enviar hacia el Medio Oriente-, y Egipto, que hizo las paces con Israel en 1979, acaba de acusar al gobierno de Netanyahu por el ataque en el hospital de Gaza, el canciller de Alemania, Olaf Scholz, debió bajar del avión en que se hallaba con su comitiva por una emergencia en el aeropuerto de Tel Aviv. Biden va hasta el Medio Oriente en la idea de contener a Israel pues su primer ministro, Benjamín Netanyahu, está jugando sus cartas, dado que en el frente interno israelí muchos, que lo imputan responsable de la muerte de más de 1200 de sus ciudadanos por manos del grupo terrorista Hamás, al haber burlado todos los sistemas de seguridad en el país, exigen políticamente que ruede su cabeza. Todos condenan el bombardeo en Gaza porque tira por los suelos el derecho internacional humanitario, cuyas reglas prohíben determinantemente el uso de la fuerza contra los civiles que se encuentran en medio de la guerra, y que no son parte de ella. Por esta situación, el temperamento de los países árabes podría cambiar de tono y la normalización a que llegaron con Israel algunas de sus naciones, parece quedarse estática esperando nuevos tiempos hasta que la situación cambie en Gaza. Si tuviéramos los peruanos una diplomacia de las grandes ligas como la de mis maestros en la cancillería de antes -no hay fuste en quienes conducen Torre Tagle el día de hoy-, hace rato el Perú, sin que sea una potencia mundial, habría puesto en escena, como en el pasado, su diplomacia histórica, para contribuir con fórmulas de pura creación diplomática, para buscar la paz que no hay en Medio Oriente.
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