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“Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor”

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Fecha Publicación: 01/06/2024 - 20:10
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Queridos hermanos, estamos ante la festividad del Corpus Christi. Esta fiesta marca el culto público que restaura Jesucristo, que es su cuerpo, un solo cuerpo. ¿Cómo presenta este culto? Con la humillación, poniendo su cuerpo al servicio de los que explotan y destruyen, destruyendo el mal que todos tenemos cuando ofendemos y destruimos al otro. Jesús nos abrió la puerta a la vida. Es decir, la Eucaristía es el tesoro de la Iglesia, que es su cuerpo y su sangre. Es el camino que han ofrecido los profetas.

Como dice la primera lectura del libro del Éxodo, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor: “Haremos todo lo que dice el Señor”. Y puso por escrito todas las palabras, es decir, puso por escrito lo que le reveló en el Sinaí, esta Torá que es la salvación. El hombre no quiere sacrificios ni holocaustos. ¿Qué es lo que quiere el Señor? Ofrecer su vida, su corazón. Moisés lo leyó en voz alta al pueblo, al cual respondió: “Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos”. Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros sobre todos estos mandatos. Es decir, el hombre está hecho para vivir en la completa donación al otro.

Por eso, respondemos con el Salmo 115: “Alzaré la copa de la salvación invocando el nombre del Señor. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre”. Porque Dios en Jesucristo ha roto las cadenas de la esclavitud y ofreceré un sacrificio de alabanza, su cuerpo, su sangre, su ser.

La segunda lectura que nos ofrece la Iglesia es de la carta a los Hebreos: “Cristo ha venido a ser como sumo sacerdote. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros; se ha ofrecido a Dios en persona como sacrificio”. Por eso, su sangre hace presente la pasión. La uva que se madura con el sol y la lluvia es pisada para que produzca un vino de calidad, y el pan es el nuevo maná que viene del cielo y que se entrega a sí mismo: Jesús.

El evangelio de San Marcos dice que proclama, no la fiesta judía, sino la fiesta cristiana que es continuación de la judía. “¿Dónde quieres que vayamos a preparar la Pascua?”, preguntaron los discípulos. “¿Dónde está esa habitación en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. He visto esta habitación, esta minoría creativa en grupos pequeños de la que habla Benedicto. Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo”. Tomando una copa, dijo: “Este es mi sangre, la sangre de la nueva alianza derramada por todos, su sangre, su ser, su sacrificio”.

Por eso, hermanos, ofrezcamos lo que nos cuesta desde dentro, no cosas externas. Escándalos siempre habrá, porque somos hombres de barro. Sin embargo, el que cargó con todos nuestros pecados es Jesucristo. No confundamos, el demonio está en la mentira, en la confusión, creando escándalos. Jesús dijo: “Esta es la sangre de la nueva alianza. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que beba el vino nuevo en el reino de Dios”. Después de cantar el salmo, salieron al monte de los Olivos.

Hermanos, esto era la felicidad: ofrecer nuestro yo, lo que escondemos. Nos queda poco tiempo de vida. ¿Estamos preparados? Adoremos el cuerpo de Cristo en esta festividad del Corpus Christi y su sangre.
Pues bien, hermanos, eso es lo que os deseo a toda vuestra familia. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos vosotros. Muchas gracias.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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