“Amad a vuestros enemigos”
Queridos hermanos estamos ante el domingo VII del tiempo ordinario.
El libro de Samuel, nos habla en este día acerca de Saúl, que como sabemos, es el enemigo de David: “David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David: “Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe”. Pero David replicó: “¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor”.
Hermanos, es muy importante respetar a aquellos ungidos por el Señor; tantas veces hoy nos dedicamos sólo a criticar, a juzgar a los hombres que han sido elegidos por Dios. Se escuchan palabras contra sacerdotes, obispos e inclusive el Papa, pero no conocemos la verdad, nos dejamos guiar por habladurías, ello destruye al hombre y a la Iglesia. La lengua que procura chismes, destruye al hombre y está destruyendo nuestra sociedad.
El amor de Dios regenera el corazón del hombre, otorga sabiduría para tomar decisiones a aquellos que tienen el poder. Recordemos también, que es un don de Dios la obediencia y es la que nos permite reconocer en Dios, una autoridad que rige nuestra vida.
Damos respuesta a lectura con el Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso. Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios”.
La segunda lectura es de la carta de san Pablo a los Corintios: “No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo”. Para que se dé en nosotros el hombre celestial, a imagen de Dios, obedezcamos lo que nos dice la Iglesia y escuchemos con disposición de corazón la Palabra de Dios.
El Evangelio del día es de san Lucas y nos dice: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames”. Esto es el centro del cristianismo, ¿Qué bien hacemos si amamos a los que nos aman? ¿Qué mérito vamos a tener? Ante esta realidad, Jesús nos presenta una novedad ¿Y cuál es? Amar y donarse al prójimo, eso nos dará gratuitamente la vida eterna.
Jesús nos presenta el amor más grande que puede existir, el amor de Dios que es el amar al otro como es. Que este amor reine en medio de nosotros y nos conduzca a la felicidad y a la vida eterna.