“Amad a vuestros enemigos”
Queridos hermanos, estamos ante el Domingo VI de la semana del tiempo ordinario. Dice el libro del Levítico en la Primera Lectura: “Le habló Yahveh a Moisés diciendo: Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo”. Dios hace un recorrido contigo y conmigo para que haya en nosotros autenticidad y verdad. Además, que se quite todo tipo de hipocresía del hombre viejo, que es lo que hace retrasar a nuestra sociedad y a la iglesia.
“No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, continúa diciendo la primera lectura. Por eso es muy importante lo que dice la iglesia, que ofrece el perdón de los pecados, es decir, confesar tus pecados, ayudar a expulsar el hombre viejo que tenemos en el corazón.
Se canta en el Salmo responsorial 102: “El Señor es misericordioso, Él perdona todas tus culpas, es lento a la ira y rico en clemencia. No nos tratan como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas”. ¿Cómo es Dios? Como un padre que trata con ternura a sus hijos. Por eso, hermanos, el Dios de Jesús y de la iglesia es uno lleno de misericordia, que no significa hacer lo que te da la gana, porque esto hace experimentar la muerte. Hay una expresión que es una columna vertebral que es el amor, la misericordia y el no tener rencor.
En la segunda lectura de los Corintios se nos dice: “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? ¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura: El que prende a los sabios en su propia astucia”. El templo de Dios es el amor, quien destruya al amor, Él lo destruirá. Nosotros somos siempre muy vanidosos, tenemos toda la cultura de la vanidad que hay hoy día. Creyéndote alguien que no eres. Por eso, hermanos, el que es rescatado de la vanidad demuestra que es de cristo, que Dios es su padre.
En el Evangelio según san Mateo se nos dice lo siguiente: “Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos”. Hay que rezar por los que nos persiguen y así serás hijo de nuestro padre que está en los cielos y tu padre, que está en el cielo, te lo compensará. La perfección de esto consiste en amar a tu enemigo, en amar al que es distinto a ti y perdonar de corazón. Por eso, te recomiendo una cosa: Busca ser pobre y humilde. Así verás cómo amas a tus enemigos, verás cómo experimentas el reino de Dios, verás cómo eres perfecto, porque la santidad está en amar a tus enemigos.
Qué fácil es amar a quienes nos aman y nos tratan bien. Un ejemplo de amor a los enemigos es Jesucristo, que los amo hasta la muerte en la cruz. Es una gracia que nos hace ver más allá. Solo Dios nos puede ayudar amar en esa dimensión, a través de su Iglesia, de sus sacramentos. Que el Señor te bendiga a ti y a tu familia.