«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser; y al prójimo como a ti mismo»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo XXX del Tiempo Ordinario. ¿Qué nos dice la Palabra de este Domingo? La primera Palabra es del libro del Éxodo que dice: “No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé… Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses”.
¿Quiénes son los pobres en Israel? Los forasteros, las viudas, los huérfanos, los débiles. Ellos no tienen defensa, ¿quién les puede defender? Hermanos, hay una gran cantidad de inmigrantes hoy en el mundo, ¿cómo echarles una mano? Son seres humanos, son criaturas de Dios. Dice la Palabra: “Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol”. El manto es la defensa de un hombre en el desierto, y en la noche es su riqueza.
Hermanos, el Señor nos está invitando a no idolatrar el dinero y a poner a Dios por encima de todo, tengamos un corazón sensible ante nuestros hermanos, ante aquel que es débil, que está abandonado, que no tiene a nadie; porque ese es Jesucristo.
Respondemos con el Salmo 17: “Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza”. La fortaleza del hombre es la roca, es Cristo. La Palabra nos invita a poner al Señor como centro de nuestra vida.
¡Qué importante es rezar con los salmos! Empezar nuestros días, al levantarnos, en un diálogo con el Señor. Amanecer bajo las Escrituras es tener a Cristo como roca.
La segunda Palabra es de San Pablo a los Tesalonicenses que dice: “Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo… cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro”. Dicen los Padres que existe una segunda y una tercera venida del Mesías.
La primera venida fue cuando vino Jesús en persona. La segunda venida es cuando se te anuncia el Kerigma, la Buena Noticia, y vuelves a nacer. Y la tercera venida es la llegada de Jesús en el final de los tiempos. Hermanos, el Señor nos está dando gestos y señales para convertirnos, para volvernos a Él.
El Evangelio de San Mateo dice que los fariseos le preguntan a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?” Fijaros que la Torá, la Ley, se interpretaba con 613 preceptos, es decir, habíamos hecho de ella un cumplimiento, una esclavitud, sin embargo, la Torá es un camino, es la verdad y la vida.
Entonces ¿cuál es el mandamiento principal? Jesús les dijo: “Amarás al Señor tu Dios…” Fijaros que lo dice en futuro porque es Dios quien nos llevará a amar, nos enseñará a amar, lo hará Dios porque es gratuito. Y continúa: “con todo el corazón, con toda el alma, con todo tu ser…” , es decir, todo el ser del hombre, interior y exterior, amará a Dios. Este, hermanos, es el principal y el primer mandamiento. Fijaros que el pueblo de Israel reza esto dos veces al día, y también al morir y al nacer.
Continúa diciendo Jesús: “El segundo es semejante a él (al primero): Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas”. Toda la profecía que hizo Dios al pueblo de Israel lo cumple Jesucristo y lo quiere cumplir en ti y en mí.
¿Cuál es la felicidad más grande? Amar al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo. ¿Quién es el prójimo? Los que te rodean. En una sociedad individualista donde lo único que nos interesa son nuestros propios problemas, Dios nos invita a salir de nosotros mismos, de nuestra idolatría, de nuestro dinero, de nuestro ser.
Que el Señor haga cumplir esta Palabra en cada uno de nosotros. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao.
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