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A Antauro no le queda el disfraz de Bukele

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Fecha Publicación: 07/03/2024 - 11:56
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Se percibe -entre sectores del periodismo y no pocos analistas políticos- un afán de quitarle la etiqueta de "izquierdista" encajando o equiparando a Antauro Humala con el salvadoreño Nayib Bukele (y hasta con el argentino Javier Milei) cuando es más un potencial surtido de Maduro, Evo, Castillo y el fanático nacionalista sirio Bashar al-Assad. Que no quede duda que en el tenso frente externo, de ganar la presidencia en 2026 (gracias a la habilitación electoral del JNE), Antauro alinearía inmediatamente al Perú a la red de amenazas transcontinental de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Rusia, China, Corea del Norte e Irán.

El etnocacerista, sus estrategas, mecenas y propagandistas lanzan así un acomodado eslogan para la competencia política: "Hay que bukelizar al Perú". ¿Qué significa esto? Pues hacerlo "desde arriba", dice, fusilando a los corruptos y a los "presidelincuentes"; y "desde abajo", expulsando extranjeros. Si bien es cierto el bukelismo muestra rasgos autoritarios, ¿acciona de esa forma en El Salvador? No es así. Antauro ha llegado a plantear "campos de concentración como en Siria" para los venezolanos en Perú y que la ONU se haga cargo de alimentarlos. Es impredecible el alcance de estos arrebatos polarizantes y demagógicos entre sectores de la población incitados hacia la violencia.

Antauro pugna por "refundar" el país con una perorata ideopolítica extrema que además posa de "anticorrupción". Quiere jugar ahora dentro de la democracia representativa; aquella en la que no cree realmente, pero que le da una ventana táctica electoral (como pasó con el frustrado golpista Hugo Chávez, con Evo Morales, Daniel Ortega, con el exguerrillero Petro y hasta con los herederos de Sendero Luminoso en 2021 en Perú) para proyectarse hacia el poder congresal y presidencial. Si hasta el limitado Castillo pudo llegar -debe pensar-, él podría repetir la chance eleccionaria.

Durante años, con megáfono y sin soroche, el antaurismo o "radicalismo reservista" diseminó por el país una narrativa potente para el combate político. Las inflamadas arengas fueron absorbidas por jóvenes y veteranos en revancha por una "asamblea constituyente etnonacionalista". Debe recordarse cómo los fabricados caudillos manipulan a la población contra un sistema político hipertenso e incapaz de autorregenerarse. Lo cierto es que, apartando las bufonadas del cabecilla, no hay de fondo una real voluntad democrática ni de combate anticorruptor. Cero. Mucho menos una postura "libertaria" como se vende con absurdo. Solo la ingenuidad o la temeraria apuesta política pueden considerarlo así.

Hay que repetirlo: el antaurismo encarna un peligroso desafío que incuba el odio y los conflictos extremos y proviolentos. No se conforma con el factor "clasista" de lucha de clases marxista, además cruza destornillado vía el factor "etnocultural" hacia la lucha de razas. Es letal. ¿La bukelización salvadoreña -aunque peligroso en la concentración de poder- contiene también estos mismos objetivos? De ningún modo. El forzado disfraz de Bukele no le queda a Antauro.

Incitando los instintos sociales básicos para la polarización con Antauro aparece incluso la homofobia y la xenofobia como armas polítizadas y electoralistas. Este ultranacionalismo arcaico prospera con la confrontación gradual y populachera. No se trata pues de un simple radicalismo, sino de un extremismo violento apenas contenido por el circunstancial cálculo político.

Antauro Humala
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