Antes del final
Imagina que solo tienes unos días para vivir. Tan solo unas horas para que todo termine. ¿Qué harías en ese tiempo? Es probable que decidas hacer las cosas que no pudiste concretar antes. Tal vez te vayas de viaje a ese lugar que tanto anhelabas y, por razones diversas, no lo hiciste. Será un viaje interior también. Uno de redescubrimiento de lo que realmente querías con tu vida. O, simplemente, decidas pasarla con tus seres amados, con ellos a los que tantas veces decías que no tenías tiempo por estar embrollado con tu trabajo con los inmensos e interminables pendientes burocráticos. Tal vez sea la forma, la única forma, para sobrevivir y conseguir recursos y el tiempo, claro, no alcanzaba nunca por más que lo deseabas.
Sin embargo, serán horas, las últimas, en las que podrás comprender qué es lo prioritario en tu vida. En aclarar cuál era el sentido de aquello por lo cual existimos. Entonces, podrás reenfocar el sentido mismo de lo que haces. Es así como se percibe que aún hay muchas cosas por comprender, muchos mundos que descubrir, tantos caminos que andar. Además, hay palabras exactas, frases esperadas, oraciones compartidas, que hay que decirlas antes que sea demasiado tarde. Cada encuentro con alguien se convierte en una posibilidad de afecto, tal vez alguna reconciliación, una vinculación pacífica, incluso reveladora. Una verdadera posibilidad de conocimiento a niveles más profundos. Cada minuto cuenta y adquiere una dimensión sacra y única.
La expansión de los sentidos para una lectura más abierta y sensata del mundo. Lucidez inexcusable con los instantes. Cada fragmento de tiempo es valorado de otra manera. Las palabras tienen peso, orientación, definiciones de lo que se hará. Cada acto parte de una cadena mayor que, juntos, se corresponden. La mirada renueva su direccionalidad y sopesa las probabilidades de entendimiento y gozo. Cada paso tiene una nueva representación de los sucesos, la conversación es ahora una maravillosa e inédita posibilidad de adentrarse en las almas de los otros, incluso el silencio concentra ahora una considerable significación. Hay un giro hacia hallazgos nunca antes vistos.
Entonces ¿por qué hay que esperar que se anuncie el final? Cuando nos confrontamos con ese tipo de anuncio, recién algunos efectúan las acciones para vivir de otra manera. A veces esperamos que suceda un acto cataclísmico para sujetarnos a la vida. Pero en muchas ocasiones somos inconscientes del valor que por sí mismo tiene cada una de las existencias. Y aprendemos a apreciarnos con otras perspectivas en situaciones límite, en aquellas que ponen a prueba lo que somos y nuestro propio sistema de valores y afectos. En esa interpelación inesperada, cruelmente repentina, acaso recién podemos acercarnos a esa comprensión vital tantas veces esquiva. Y aparece la audacia para ejecutar acciones que no nos atrevemos antes. Esa osadía por realizar asuntos que no pensábamos poder hacer.
Lamentablemente no siempre se sabe cuándo ocurrirá el final, ni en qué circunstancia se termina todo. Incluso, si lo imaginamos, no necesariamente sucederá de esa manera. Pero, la vida, ese maravilloso obsequio, es un extraordinario regalo, es una ofrenda absoluta y asombrosa que debe ser valorada en cada uno de sus únicos y excepcionales momentos.
Por Rubén Quiroz Ávila
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.