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Arrayán, arrayancito

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Fecha Publicación: 05/05/2023 - 21:00
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Crece imponente en los valles de los pueblos del Ande. Tengo recuerdos especiales cuando, recorriendo a pie la ruta entre Cotaruse y Chalhuanca, buscaba calma en su escasa sombra; sin embargo, recibía un manto de la más agradable esencia, como si de pronto me cubriera como tenue lluvia, cuyas gotas perfumaban agradables y duraderas.

Pero recuerdo mucho más al planto de arrayán de mi natal Lucanas; mis hermanas y yo tomábamos sus ramas, en especial las que florecían, entonces el planto de propia voluntad se ofrecía, es que siempre lo respetábamos, siempre le sonreíamos y teníamos la sensación de que también el planto nos sonreía y no oponía resistencia alguna. Lo llevábamos a casa en nuestra colorida manta y mamá lo trataba como a uno de nosotros.

Crecía y aún crece en un idílico callejón que conduce a la casa de mis tíos Cirilo y Aurelia. Ahí está, venciendo todas las inclemencias del tiempo, venciendo a cuanta agresiva y a veces inentendible forma de tratarla, es que muchos, quizás sin saberlo y sin sospecharlo, arrancan sus ramas con ventaja y alevosía. Pero el planto está ahí, de pie, floreciendo, cual valiente combatiente que sabe que debe enfrentar muchas batallas y en todas ellas siempre ofrece lo mejor que tiene: su intenso aroma el cual se impone sobre todas las vicisitudes.

Es muy querido y solicitado para ofrecer baños sanatorios a gestantes y también para presumir la inocencia a los recién nacidos.

De este ritual no escapó nadie en el pueblo y se extendió a toda la región, de eso se encargaron nuestras madres y nuestros ancestros. Por eso, creo que a sabiendas de que siempre será remedio y bálsamo para bebes y sus madres, el planto de arrayán se muestra amable, enverdeciendo y haciendo brillar más sus hojas y floreciendo con un imponente blanco, señal de eterna lealtad.

No sé cómo habrá llegado a Lucanas y a otros pueblos, lo cierto es que, en mi pueblo, a pesar de crecer y vivir solitario, atrae siempre como la más deseada de las musas. Los Sureños de Parinacochas, un grupo musical de antaño, grabó Arrayancito, un muy sentido huainito dedicado al noble planto, el cual tarareábamos y cantábamos por las mañanas camino al campo. En estos días, escuchando el canto, lejos de mi pueblo, siento su aroma tan cerca e imagino tomar una de sus floridas ramas y llevársela a mamá para que ella sienta que está en casa, allá en Lucanas.

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