Asoma la ruptura de relaciones diplomáticas peruano-mexicanas
Por el progresivo deterioro de la relación bilateral entre Perú y México, estarían cerrándose todos los caminos y no quedar más remedio que el rompimiento diplomático entre ambos países. Gran parte de los pasos previstos en una escalada de crisis, para evitar la ruptura, han sido agotados. En efecto, por los improperios del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, contra la mandataria peruana, Dina Boluarte, llamándola usurpadora de la presidencia, y afirmar irresponsablemente que hubo un golpe de Estado contra el entonces presidente, Pedro Castillo, cuando lo que pasó fue exactamente al revés, aunque la denominación correcta es ruptura del régimen democrático, conforme la Carta Democrática Interamericana, la cancillería peruana, de acuerdo con los usos y costumbres diplomáticas, cultivados desde la Paz de Westfalia (1648) que empoderó a las embajadas, en primer lugar, convocó al embajador mexicano en Lima para expresarle la extrañeza y el malestar del Gobierno del Perú. Sin que se pudiera evitar los insultos del presidente de México, Torre Tagle llamó en consulta a nuestro embajador en ese país en señal de protesta.
Luego, por la persistencia del discurso desestabilizador del jefe de Estado azteca, fue decidido el retiro temporal del jefe de Misión peruano en México y dado que la referida recurrencia adquirió niveles de insostenible y reprochable, el Perú procedió al retiro definitivo del embajador, quedando nuestra Misión formalmente con un Encargado de Negocios, y ese es el estado actual de la relación bilateral.
El mayor riesgo es que hallándose enfriada termine congelada, que es lo mismo que rota, pues ante la reiteración de la ofensa al Estado peruano y/o a la mandataria Boluarte, que personifica a la Nación, el Gobierno podría terminar decidiendo la ruptura de las relaciones diplomáticas -hay que evitarlo-, conforme el artículo 45° de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, quedando ambos países en una vinculación exclusivamente consular, es decir, administrativa, como la de Bolivia con Chile. López Obrador, queriendo llegar muy lejos, ha anunciado una pausa a la relación económica y comercial. Su alcance deberá ser aclarado por la cancillería mexicana pues una pausa supone un detenimiento temporal de la vinculación en ese ámbito y ni hablar de su gravísimo impacto, aunque sea también temporal, en la Alianza del Pacífico -la integran también Chile y Colombia-, que precisamente se define por la integración económica profunda.
¿Habrá paralización temporal del comercio bilateral? Por si acaso, no existe rompimiento de relaciones económicas y comerciales aunque sí ruptura de relaciones diplomáticas que las incluye, o término definitivo o temporal de la Misión, que es distinto, por lo que el rompimiento político asoma. Por su cobardía, López Obrador está buscando que el Perú dé el paso.
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