Atento al retrete
Entre albañiles, carpinteros y peones han remodelado dos veces el viejo Estadio Nacional. Algunos disfrazados de arquitectos e ingenieros con títulos profesionales registrados en Sunedu, exigencia inmisericorde de hoy, decidieron con el mayor desparpajo hacer del primer escenario deportivo del país un hazmerreir.
Nadie puede olvidar cuando algún avivato comerciante embaucó al Estado vendiendo “canchas sintéticas” para el primer escenario del país y otros tantos, enganchada de una cuantiosa inversión que al poco tiempo fuera tirada al tacho.
Bajarse a la prepo, de un viaje, la simbología que significaba tener por todo lo alto los nombres de nuestros deportistas para que puedan ser vistos desde varias cuadras a la redonda, muchos de ellos desaparecidos, otros envejecidos y también un grupo vigente, viviendo aún de esos estímulos consagrados con los Laureles Deportivos, como señal inequívoca de un justo y sonoro aplauso a una trayectoria impecable.
Aunque sin darles un centavo, en muchos casos, era al menos el cartón y la medalla para hacerles creer que el Estado jugaba para ellos, cuando en verdad lo más destacado y trascendente era inscribir sus nombres en esa marquesina que hoy ha sido colocada en forma tal que nadie se entere de su existencia. Una maldad de proporciones al dinamitar el mensaje del esfuerzo de bravos deportistas.
Pero todo no podía quedar allí.
En la segunda remodelación de la ya trajinada estructura del estadio, esto es el 2010, a alguna mente lúcida se le ocurrió destruir la pista atlética de ceniza y ampliar las tribunas para que llegara más público, colocando en su lugar una inservible pista sintética de seis carriles, ahora sí, confirmando que entre albañiles, carpinteros y peones había algún infiltrado para hacer añicos lo poco que quedaba del Coloso José Díaz.
Jamás hubo el menor comentario de la FPA porque creían que con sus instalaciones en la Videna serían suficientes.
Al cabo de los años, hoy Legado los remite al primer peldaño de las mejores estructuras del mundo. Y eso no sólo debe decirse, debe reconocerse porque Legado es un lujo que se conserva impecable desde su inauguración en los JJPP del 2019 con una maravillosa pista de 9 carriles, la principal, y una de 8 como segunda pista de calentamiento. Una excelencia alguna vez para hacer grande el atletismo.
Lo medular en este caso es que hemos deprimido el valor de los Laureles Deportivos por los que pugnan nuestros más destacados deportistas. Hoy nadie sabe que hacen sus nombres perdidos entre esos fierros corroídos que no son nada fáciles de reconocer y mucho menos de ubicar. Un desastre.
Este triste escenario nos hace ver lo que podría producirse muy pronto cuando en los JJOO de París, nuestra brillante marchista Kimberly García, principal carta a la segunda medalla de oro en la historia del Perú, se adjudique ese reconocimiento a pulso y transforme esa fantástica trayectoria en un chiste cruel al instalarse sus Laureles Deportivos en algún lugar invisible.
Claro que las fotos y las ceremonias no faltarán desde su retorno al Callao. En primera fila, allí estarán los políticos de turno y las autoridades fisgoneando para colocarse en el retrato histórico. Lo más alentador para quien logre semejante cometido, lo rescatable, será que su nombre quede impregnado de por vida.
Nosotros apostamos por Kimberly, una deportista superlativa. El IPD ojalá se entere que no hay lugar para los Laureles Deportivos. Lo que tememos de verdad y no es una exageración, es que los instalen en el retrete.
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