Atrapasueños
En la tribu de los ojibwa, antaño moradores de los bosques del Canadá y Estados Unidos, existía una tradición chamánica que consistía en atrapar las pesadillas con un aro, fabricado tradicionalmente de madera de sauce y una malla por donde pasaban los sueños pero al mismo tiempo eran retenidas las pesadillas, que en el inglés que se expandió después por esas tierras tienen un nombre revelador: nightmare, la yegua de la noche. En el centro de la red está el vacío, el espíritu creador, el “Gran Misterio”.
El adminículo, para hacer efecto, debe estar cerca de la cabecera de la cama y preferiblemente alumbrado por una luz tenue. Pero antes debe ser activado por el soñador.
Para ello a primera hora de la mañana y frente al sol uno recibe sus primeros rayos. Se toma el atrapasueños y se lo levanta hasta el pecho, a la altura del corazón. Con los ojos cerrados, se piensa en aquello que nos da felicidad y se pide a Dios, a nuestro Dios particular, que nos ofrezca un camino, no un destino. Luego de este significativo ritual, el atrapasueños queda listo para obrar cada noche su milagro.
Junto con el navajo y el cree, el ojibwa es uno de los idiomas nativos más hablados del norte de América. Ontario y Manitoba , en Canadá, y Minnesota y Dakota del Norte, en Estados Unidos, fueron los lugares de asentamiento de los ojibwa y su entorno para la propagación de su lengua madre. Es revelador saber que los ojibwa creen que su lengua es un idioma basado en acciones y la mejor forma para que los niños lo aprendan es haciendo cosas y observando el entorno natural. ¿No es esa, acaso, una modernísima forma de pedagogía?
Hay místicos que han sugerido que cuando uno tiene pesadillas está en el infierno. En esa lógica que no tendría por qué no ser verdad, los atrapasueños vendrían a ser como las puertas del averno en donde gracias a una magia ancestral y a un misterioso saber, las pesadillas chocan contra ellas y regresan al eterno fuego sin tocar siquiera al hombre o la mujer que los conciben.
He decidido comprar un atrapasueños en una pequeña feria que hay en uno de los parques de mi barrio. Quiero librar a mi esposa y a mi hijo de los combates que algunas noches tengo con mis propios fantasmas. Sé que casi siempre son los mismos, aunque luego de despertar ya los he olvidado. Sus nombres, por cierto, sus rostros, sus lugares, pero no sus huellas que perviven en el día ni sus palabras que se entremezclan, a veces, con las mías. Ojalá el atrapasueños me haga este gran favor. Ojalá que, desde el otro lado de su trama, me permita conversar a menudo con mi padre y con mi madre a quienes tanto extraño.
Jorge.alania@gmail.com
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