Augusto Ferrero: lustre para el TC
Toda regla, para ser válida, necesita exhibir al menos una excepción. Es lo que refiere un certero aforismo. En reciente comentario, censurábamos la peligrosísima orfandad en que hoy se encuentra nuestro Estado; fundamentalmente administrado por personas de muy mediano intelecto, cuando no carentes de este atributo fundamental para poder asumir responsabilidades en la gestión pública, de la que dependen la vida y hacienda de 32 millones de peruanos. La pirámide del poder dentro del Estado tiene como ápice a la presidencia de la República, a los legisladores, tribunos, jueces, fiscales, ministros y así sucesivamente. Exceptuando a los tres poderes del Estado, sin duda el Tribunal Constitucional ocupa un sitial preferente en la vida nacional. A criterio de este escriba, por encima de los tres poderes juntos. Porque, al final del día, les enmienda la plana cuando trasgreden la Carta. Atentado que, recientemente, ha adquirido el carácter de vicio.
En buena medida, debido a la mediocridad del mandatario, los congresistas y los ministros, a quienes se le suben los humos de puro insignificantes que son. El TC, lamentablemente, también ha estado manejado por personas muy insignificantes -tanto intelectual como profesionalmente- dando bandazos dignos de aprendices, aunque mostrando una condición todavía peor, como la politización de sus enfoques y, por tanto, la parcialización de sus resoluciones. El caso más notorio podría ser el soslayo del quebranto a la Constitución perpetrado por el facineroso Vizcarra, tras dar un golpe de Estado que desembocó en el cierre del Congreso, al margen de haber convocado a un cuestionadísimo referéndum, que diese lugar a un laberinto de normas electorales fabricadas a trompicones por gentuza de la progresía caviar –entre ellas un tal Tuesta- que acabaron fulminando todo resquicio democrático para escoger a las autoridades.
En medio de este desolador panorama, finalmente los astros se alinearon para que el Tribunal Constitucional elija a un tribuno rodeado de las más altas calidades personales, intelectuales, profesionales y, fundamentalmente morales, como Augusto Ferrero Costa. Hijo de Raúl Ferrero Rebagliati, destacado jurista y político, a quien recordase en su discurso de investidura como autor de estas palabras: “Se ganaría enormemente con la integración de una corte de garantías, pero a condición de que sus miembros sean elegidos entre juristas de profunda formación y de una alta atención ética. He ahí la raíz del problema, integrar una verdadera élite a la que solo se llega por una tradición de cultura, por un incesante desprendimiento, por el valor de rehuir lo fácil y adherir a los valores eternos”. Asimismo, es hermano de Raúl Ferrero Costa, también prominente hombre de leyes y ex Senador de la República. En consecuencia, Augusto Ferrero está rodeado de las mejores cualidades para ejercer esta función, como pocas veces ha ocurrido en este trascendental Tribunal.
Augusto Ferrero finalizaba su intervención remarcando esto: ”La polarización no es el mejor camino para solucionar diferencias ni discrepancias.” Le deseamos éxitos en su gestión al frente del TC, adonde sabrá demostrar el lustre de su personalidad, su tradición como jurista y fundamentalmente su solvencia ética.
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