Autodefensas civiles contra delincuentes organizados
La violencia criminal va dominando la vida diaria de los peruanos, y no solo en la capital. Los esfuerzos policiales se perciben mayormente infructuosos o ausentes o superados. La falta de un fuerte y decidido liderazgo político desde el Ejecutivo es innegable (¿qué hay de las "nuevas" cárceles, por ejemplo?). El escenario social de inseguridad se tensa aún más cuando se ve a malos elementos policiales siendo indiferentes con las denuncias en comisarías, o descubiertos como cómplices de los grupos delictivos o hasta robando a sus propios compañeros caídos por las balas criminales. Así, la duda o el temor de no ser defendidos con efectividad por las fuerzas de seguridad se va instalando entre la ciudadanía. ¿Qué desenlaces puede haber?
La población no debería estar preocupada por defenderse directamente de los delincuentes organizados, pero no les queda opción cuando los gobiernos son ineficaces contra la inseguridad. El riesgo enorme es que el resultado puede arrojar crecientes bajas civiles y una escalada horizontal (el alcance) como vertical (la intensidad) de los conflictos y de la violencia. Un choque de civiles con grupos criminales crea un escenario distinto a otro —por ejemplo— de rivalidad entre bandas locales y bandas extranjeras. Es previsible el segundo escenario (inclusive en algunos casos una mayor cooperación o fusión de criminales venezolanos, colombianos y peruanos), pero la desesperada autodefensa ciudadana parece asomar peligrosamente.
Señalábamos hace un par de años que hay quienes celebran la confrontación entre grupos delictivos ya que así se "eliminan entre ellos" (por ejemplo ya opera hoy en Perú el embrionario grupo de los "Antitren" en disputas con el Tren de Aragua). Se creyó lo mismo sobre los grupos extremistas politizados en competencia pensando que ello ponía "a distancia" o "a salvo" a la población. No es así. Investigaciones serias detectaron hace tiempo las consecuencias perversas para la población ante la rivalidad de grupos extremistas violentos como los terroristas. Cuando dos o más organizaciones rivales compiten por espacios de poder o por la supremacía, el resultado no va tanto por la vía de la aniquilación mutua sino por la agudización de daños contra la población. Estas rivalidades violentas pueden contribuir a la longevidad de los grupos terroristas participantes (B. Phillips, 2020), a la innovación de tácticas y un mayor reclutamiento.
De otro lado, la violencia del crimen organizado causa muertes y daña las actividades económicas y la calidad de vida de la gente. Hace una década se clasificó 17 conductas violentas a gran escala que afectan a los sectores económicos en México. Si bien en Perú aún es muy pronto para hablar de una situación instalada de "mexicanización" criminal, sí se dan 14 de estos métodos violentos —con menor intensidad— que podrían crecer de no ser neutralizados; sobre todo si penetran la dinámica política nacional.
Hoy sectores de peruanos pueden llegar a organizarse y armarse para rechazar las extorsiones, defender sus emprendimientos y familias. En el pasado sirvió mucho que lo hicieran contra los terroristas con objetivos políticos. Fueron cruciales en su derrota sobre todo en áreas rurales. No obstante debe tenerse mucha cautela en la inédita coyuntura si la población decide enfrentar a la alta criminalidad con fines económicos en zonas urbanas.
La inteligencia operativa policial dio duros golpes capturando a miembros del Tren de Aragua y otras bandas. Pero es insuficiente. Se obliga a acelerar, energizar su labor para reducir las potenciales confrontaciones.
