Autodestrucción del hombre
El hombre contemporáneo es cada vez más presa de su soberbia y esclavo de sus pasiones, desesperado por mutar a algo más que aquella criatura extraordinaria que es creada por Dios y nacida a su imagen y semejanza. Hasta el milenio pasado se creía que su evolución, como especie humana, sólo correspondía a la naturaleza; mientras que su desarrollo intelectual sí era función propia. Precisamente, poco a poco fueron reinventándose, desarrollándose y aplicándose nuevas ideas y técnicas. Tanto en el arte como sobre todo en las ciencias. ¡Hasta que se descubrió el mundo de la cibernética! ¡Y allí el hombre empezó a desvariar hasta sentirse Dios!
Hoy el hombre sueña en grande con el infinito, tras alcanzar una nueva etapa de desarrollo que, quizá, acabe convertida en su mayor enemigo: la Inteligencia Artificial. Un hito que, hasta ahora, no compite con los seres humanos. Incluso, no logra reemplazar del todo su manera de pensar y actuar. Retrotraigámoslo a comienzos de este siglo. Es indudable que el dinero; el “gran dinero” –no fortunas de dimensiones como aquella que tenga, incluso, el más millonario de los peruanos; sino patrimonios valorizados en guarismos a partir de catorce dígitos– ahora ya no se satisface con generar más dinero; lo que se traduce en más poder y esto último en capacidad para todo. Ahora busca acopiar erudición y tecnología para exhibirlas como ventaja ante al resto de la humanidad. El elitista Club de Bilderberg reúne anualmente a un puñado de esta gente, para debatir cuál será la agenda del planeta el año siguiente. ¡Desde allí se elucubra el destino de todos los terrícolas! Ahora está en la fase de transformar al ser humano en algo que no estaba en los planes divinos que, desde la noche de los tiempos, marca el desarrollo del hombre. ¡Y ha conseguido avanzar en este campo! Al extremo que ese ser humano está próximo a perder su identidad para diferenciarse entre lo que, hasta hoy, se conoce como hombre y mujer. ¡Porque el futuro evidente sería el unisexismo! Y para ejecutarlo están las ONG, entes que generalmente viven del dinero mal habido de aquellos megamagnates del Bildelberg que digitan el destino de la humanidad, portándose como virus transmisores para imponer su corrosiva voluntad.
Consecuentemente, es gracias a las ONG que, entre otros efectos contra la especie humana, crece la ideología de género dedicada a transformar al hombre en mujer y viceversa; fuera de otras variantes aún en estudio que tampoco corresponden a la vida humana, sino a alguna depravada imaginación. Para ello las ONG intoxican a los maestros del mundo, persuadiéndoles con teorías enlatadas que desnaturalizan la educación tradicional para la niñez y juventud; e invaden las escuelas con textos prefabricados –de carácter pornográfico– dedicados a enseñarle a los niños y jóvenes la práctica escolar del sexo anal, oral, vaginal, etc.; e implantar el vicio del sexo entre niños, desde los seis años de edad. ¡Esto está ocurriendo en nuestras narices, amable lector. ¡Sin embargo, pocos protestamos para evitarlo!
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