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Autoridad y libertad ¿son incompatibles?

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Fecha Publicación: 19/05/2021 - 21:00
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Por Edistio Cámere

Un río está conformado por la unión de un cauce y del agua. Ambos elementos son distintos, pero se complementan. ¿Qué sucedería con el agua si no tuviera un cauce que la condujera o contuviera? Entre otras cosas, se derramaría, perdería fuerza, se desviaría, no llegaría a su destino, y más aún no formaría parte de un río. Ahora, consideremos, ¿qué sucedería con el cauce si no hubiera agua? Luciría estéril, no conduciría nada, sería inútil, no habría vegetación en su paso y tampoco sería parte de un río. Como se podrá advertir, ambos elementos son diferentes, pero se necesitan uno del otro y se complementan, precisamente porque juntos logran el gran objetivo: conformar un río.
Alguien en representación del agua podría exclamar: no quiero cauce porque me limita y corta mi libertad. ¿Es cierta tal afirmación? Veamos qué ocurre con el agua en su recorrido. De seguro, encontrará periodos calmos, apacibles y serenos; piedras pequeñas y grandes que modificarán su velocidad; se enfrentará a situaciones de turbulencia y de rápidos e incluso lluvias torrenciales que podrán hacer salir de madre al agua. En general, el agua en el curso de recorrido se topará con situaciones de variada índole, pero no originadas por el cauce, no obstante, gracias a aquel llegará a su destino final.
Los hijos o los alumnos son como el agua mientras que los padres y profesores, como el cauce. Cuando las ‘modernas corrientes socio-pedagógicas’ postulan la liberación del cauce, olvidan que los educandos pierden ricas y variadas oportunidades para llegar a buen puerto. La verdad es que no se pierde la libertad cuando uno permite que se le conduzca, porque cada persona tiene una vocación que descubrir y un proyecto a desplegar, tareas éstas en la que nadie los puede reemplazar.
La autoridad en general, cuando pretende congraciarse para ‘quedar bien’ o para ‘no complicarse la vida’ relaja su función de ‘cauce’, se pone de espaldas a las necesidades de sus hijos/alumnos o subordinados. Cuando se conduce, cuando se ‘dice que no’, la autoridad no se pierde, todo lo contrario, se fortalece y se gana en confiabilidad. El ‘cauce’ se relaja porque quienes gobiernan han perdido la seguridad y la capacidad de definir qué quieren ofrecer como modelo a quienes de ellos dependen. Ante la falta de argumentos tanto para proponer como para fundamentar con la propia conducta, las creencias, los valores y las buenas costumbres pierden vigencia y su trasmisión muda en mero formalismo, basada en rutinas e imposiciones políticamente correctas. En este sentido, el único camino alternativo consiste en proteger y vivir lo que se cree valioso de tal modo que resulte imitable y atractivo transitar por él. Las tradiciones, los valores honestos no se perpetúan con la enseñanza sino a través de los ejemplos, que es el modo para aprenderlos. Profesores –alumnos, padres– hijos, constituyen un equipo entramado cuyas partes tienen ‘funciones distintas’ pero ambos empeñados en un mismo fin: ser personas de bien.
Educador

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