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Bandersnatch, Netflix y la libertad aparente

Fecha Publicación: 18/01/2019 - 21:20
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Bandersnatch, dirigida por David Slade y escrita por el creador de la imprescindible serie Black Mirror, Charlie Brooker, no me interesa como película. La trama me aburrió, las actuaciones fueron chatas y la fotografía de estética opaca me cautivó tanto como sus personajes. Lo que me interesó, en cambio, fue que integra la larga reflexión sobre el control y la libertad. El espectador, como un dios a veces cruel y, otras, compasivo, elige los caminos que transitaría Stefan Butler (Fionn Whitehead), un joven talentoso desarrollador de videojuegos. Los finales alternativos podrán ser felices, exitosos o patéticos. Todo depende de la elección del espectador. Algo similar postulaban los griegos. Creían en el destino, esa fuerza externa, que produjo obras conmovedoras como la trilogía tebana de Edipo, por ejemplo,  o ¿cuántos de nosotros actuamos como el genio malvado cartesiano y decidimos que el protagonista de Bandersnatch tenga que violentar, asesinar o descuartizar?

Llegado cierto punto de la historia, Butler reconoce al titiritero y se indigna de lo que nosotros elegimos como su destino. Esta reacción —la crítica del personaje ante el autor— la hemos visto hace unas décadas en “Abaddón el exterminador” (1974) de Ernesto Sábato y en otro película, “Más extraño que la ficción” (1996), dirigida por Marc Forster.

Lo valioso de esta película es que Netflix utiliza todo el potencial de su plataforma para producir la primera película interactiva (después de Minecraft, dirigida a un público más joven), algo imposible para los medios tradicionales y sorprendente para muchos, pero que, valgan verdades, otras artes ya han trabajado con éxito. Pienso en “Rayuela” de J. Cortázar, novela en la que el lector toma la decisión de leerla en orden clásico o en uno distinto. Como decía, se integra a esta larga lista  sobre la voluntad, no solo del protagonista, ¿pues cuánta libertad existe en optar por caminos determinados?, es decir, ¿realmente los espectadores tuvimos algún poder sobre el destino del protagonista o caímos en la apariencia de la libertad?