Bartolomé Herrera y el pensamiento conservador
Bartolomé Herrera Vélez (1808-1864) perdió a sus padres muy niño y pudo estudiar gracias a la protección del padre Manuel Pedemonte quien fue su tutor. Se ordenó muy joven sacerdote y se inició en la enseñanza en el Convictorio de San Carlos del que llegaría a ser rector.
Herrera recibió como todos los estudiantes de su generación las enseñanzas de la Ilustración cristiana y a través de ella recibió la mala influencia del galicanismo y el regalismo como el mismo reconoció en sus primeros escritos. Alejado de la enseñanza en San Carlos, se dedicó a sus labores parroquiales en Lurín de donde fue convocado por el ministro Benito Laso para asumir el rectorado del Colegio de San Carlos en 1842.
De este año data uno de sus más brillantes discursos, la Oración Fúnebre por el presidente Gamarra también conocido como su “llamado al Orden” donde Herrera nos explica que la anarquía que vivía el Perú era el resultado de: “El espíritu secreto de partido había usurpado el amor a la patria; y la patria, que solo es visible para los corazones que le presentan el tributo de su amor, no existía para muchos. El hábito de no obedecer las instituciones ni la autoridad estaba inveterado”.
Poco después llegaría su discurso cumbre el 28 de julio de 1846, durante el vigésimo quinto aniversario de la independencia, en el cual, ante los caudillos de la emancipación afirmaría: “Se buscó la libertad en el desorden de la revolución, cuando Dios la ha establecido en la obediencia; y se cayó en la esclavitud. Se quiso reconocer soberanía absoluta en la voluntad de los hombres, cuando Dios había dicho que él solo es el Señor”
Y es entonces cuando Herrera uso para sus fines políticos las tesis de François Guizot (1787-1874), la “soberanía de la razón” que el joven Juan Donoso Cortes (1809-1853) había denominado “soberanía de la inteligencia” para limitar la idea jacobina de una soberanía demagógica.
Este fue el momento estelar de la vida pública de Bartolomé Herrera, en 1849 fue electo diputado y presidente de su cámara. En 1851, fue nombrado ministro de Justicia e instrucción destacándose como el verdadero jefe del gabinete de Echenique. Pero esta etapa duro poco tiempo porque las intrigas palaciegas organizaron su salida en una dorada misión diplomática a Roma con la finalidad de firmar un concordato con el Papa.
En Europa Herrera destaco por sus dotes de diplomático, pero como dice monseñor García Sanz: “La vista de Roma, de esa arca de la fe, del saber y de todas las virtudes cristianas, hizo en el doctor Herrera una impresión tan maravillosa, que purificó al hombre y santificó al sacerdote”. En la ciudad eterna, don Bartolomé quiso ingresar a un convento, pero el Pío IX le pidió que defendiera al Perú del progresismo. De regreso al Perú funda el diario “El Católico” (1855-1860) y desde ahí logra que se convoque una constituyente que sanciona la constitución conservadora de 1860.
Nombrado obispo de Arequipa (1859) se retiró de las labores constituyentes y viajo a su sede episcopal donde escribió sus excepcionales y poco conocidos Tratado de Teodicea y Tratado de Lógica para uso del Seminario de San Jerónimo. En 1864 Bartolomé Herrera falleció dejando una obra y legado perdurable como el más insigne de los pensadores conservadores del Perú.
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