Beneficio de la duda a Dina Boluarte
Recién nos acaban de extirpar un tumor canceroso, así que no podemos pretender, de buenas a primeras, empezar a correr. Hemos pasado de estar en cuidados intensivos a una cama hospitalaria. Este es un símil adecuado para la asunción de Dina Boluarte a la Presidencia tras la vacancia de Pedro Castillo, que permanece bajo prisión preventiva por haber perpetrado un golpe de Estado.
De Boluarte sabemos que la Fiscalía la investiga como parte del caso ‘Los Dinámicos del Centro’ por haber abierto una cuenta bancaria para recolectar dinero (¿acaso negro?) con el que se pagó parte de la reparación civil del comunista Vladimir Cerrón.
No hay que ser ilusos tampoco y pensar que ella, siendo ministra durante casi toda la gestión de Castillo, no sabía nada de la evidente corrupción que de ahí emanaba. Miró hacia otro lado, pues más importante era para ella sus 30 mil soles mensuales y demás gollerías por ser titular de la cartera de Desarrollo e Inclusión Social.
Menos podemos dejar de asumir que Dina Boluarte es una mujer de izquierda, por lo que no es novedad escucharla repetir que debe existir igualdad, antes de la necesidad de combatir la pobreza. Cualquier persona que se considera de derecha sabe que no interesa qué tan desiguales seamos, sino que quienes estén al final de la pirámide dejen de ser pobres.
Sin embargo, corresponde darle el beneficio de la duda, ya que ella ha cumplido con dar señales de que su Gobierno liderará una transición democrática. Lo peruanos necesitamos, por fin, algo de tranquilidad. Por lo menos hasta las elecciones de 2024.
El Gabinete liderado por Alberto Otárola es mucho mejor que cualquiera que haya nombrado el aspirante a tirano.
¡Otárola es hasta un estadista al lado de los infaustos Bellido, Torres o Chávez!
Además, Boluarte ha ofrecido entrevistas a todos los medios de comunicación, con lo que ha marcado distancia del dictadorzuelo, quien tuvo el descaro de enjaular a los periodistas que cubrían sus actividades en Palacio de Gobierno.
Otro gesto significativo es la expulsión del embajador de México en Perú por la intromisión inaceptable de AMLO en la política interna. El zurdo mandatario mexicano no solo ha dicho que Castillo es víctima de un “golpe de Estado” por ser provinciano -lo mismo escupe con desparpajo el exguerrillero colombiano Gustavo Petro-, sino que ha asilado a su esposa, Lilia Paredes, y a sus dos menores hijos.
Ante ello, al Gobierno no le quedaba otra opción que otorgar el salvoconducto (Convención de Caracas de 1954), pero debe quedar claro que Paredes no es una humilde madre, sino una investigada por ser parte de una organización criminal.
A este par de rojos de la región hay que gritarles lo mismo que el rey emérito español Juan Carlos I al fenecido dictador venezolano Hugo Chávez: ¡por qué no se callan!
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