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Berta Isla (I)

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Stuart Flores
Fecha Publicación: 13/05/2020 - 20:50
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Junto con Manuel García Viñó, hace siete años ya, murió también La fiera literaria. Ya saben: la crítica acompasada o, lo que es lo mismo, la lenta y cruel disección a la que sometían la obra de Javier Marías. No fue el único, claro, pero quizá las reseñas de sus novelas nos daban la idea de la poca destreza que tiene un escritor frente a un lector atento y mala leche. A Marías lo llevaron muchas veces al Gólgota.

No está García Viñó para seguir triturando las novelas de Javi Mari, pero estoy yo; y esto solo tiene como único objetivo señalar que es peor que no exista nadie dispuesto a hundirle el cuchillo a Berta Isla. Dicho esto, empecemos.

Novela de espías sin espionaje, novela sobre la espera, novela sobre (o en) Inglaterra. Piensa uno que los autores se comienzan a repetir desde los 50, pero Marías viene repitiéndose desde los 22. Ahora, con 68 años a cuestas, es imposible que se aleje de ciertos tópicos. Si bien aquí vuelve a esa novedad tan suya que es utilizar la primera persona gramatical para darle voz a una mujer, tal como hizo en Los enamoramientos (novela bastante recomendable y que le sirvió para rechazar el Premio Nacional de Narrativa), atraviesa nuevamente los mismos umbrales que conectan con sus anteriores novelas. A saber: está Oxford, una muerte en las primeras páginas que será la brújula de la narración y las continuas reflexiones de los personajes acerca de cosas que solo podrían conmocionar a la burguesía (porque, desde luego, pertenecen a ella). Todo esto es marca registrada del español autor.

Sin embargo, el error que tanto empaña a sus anteriores trabajos también aparece aquí: todos los personajes hablan igual. Absolutamente todos. Desde los más insulsos hasta los que cumplen la función de personajes principales. Ninguno se salva de expresar sus ideas bajo ese conocido tufillo falsamente erudito de sus novelas anteriores. Las barrocas digresiones de Thomas, Berta y Trupa, entre otros, los hacen parecer un solo individuo, una sola voz, una misma melodía, al punto que todos terminan repitiendo ya no las mismas palabras, sino también las mismas estructuras sintácticas.

La fisura más notable, no obstante, se encuentra en la resolución de la trama. Es muy abrupta —y, por lo tanto, calamitosa— la forma en que Marías decide echar luz sobre el enigma. Esto nos demuestra que Marías es un artesano del lenguaje pero no de la trama. Vale decir, del asunto de la novela.