Boluarte y el populismo como respuesta a las extorsiones
El martes pasado, la presidenta Dina Boluarte, luego de más de cien días sin dar declaraciones a la prensa, salió junto a su gabinete de ministros para hacer un balance de su gestión y contestar preguntas a unos pocos medios, en el contexto del paro convocado para el miércoles 23 de octubre contra la violencia y la extorsión de la que es víctima el Perú.
Tras detallar los “logros” más importantes de su gestión, Boluarte abordó el problema de la violencia que afecta al país, centrándose en la migración extranjera, que ha cambiado la demografía del Perú en unos pocos años. Según se desprende de lo dicho por Boluarte, el problema empezó cuando Perú abrió sus fronteras hace algunos años. Una vez descrito el problema y su origen, Boluarte planteó lo que hará el gobierno: endurecerá sus políticas migratorias, obligando a que los extranjeros que se encuentren en nuestro país tengan que justificar su estadía con certificados de trabajo y contratos de arrendamiento, además de que sus ingresos a cuentas bancarias serán fiscalizados.
Durante su intervención, Boluarte se mostró serena y confiada, incluso agresiva cuando le tocó responder algunas de las preguntas de la prensa, principalmente las relacionadas con el caso de la presunta fuga de Vladimir Cerrón en “El cofre”. Luego de más de cien días de ostracismo, Boluarte salió con la pierna en alto, en la búsqueda de mostrarse como una líder real, capaz de escuelear al Perú entero, para lo cual recurrió a una estrategia que parece sacada de cualquier manual populista, pero que no deja de ser efectiva. Buscar que alguien tenga la culpa de los problemas, simplificarlos, encontrar un enemigo fácilmente identificable y plantear respuestas con mano dura… todo lo que el manual del populismo recomienda, Boluarte lo aplicó en su intervención.
Lamentablemente, esta respuesta de manual es principalmente propagandística y no ha solido dar resultados al momento de enfrentar los problemas de los países. La violencia criminal, relacionada con el auge de las economías ilegales en el Perú, tiene múltiples factores que no pueden circunscribirse tan solo a un enemigo identificable, como los extranjeros; mensaje claramente xenofóbico. Por ejemplo, el incremento masivo de la minería ilegal está más relacionado con el vacío que ha dejado la paralización de exploración y explotación minera formal en el país los últimos años. Donde se ha dejado de extraer de manera formal, se está haciendo informal o ilegalmente, con todas las consecuencias que eso trae. A lo que se suma la capacidad real de las economías ilegales para hacer presión política, lo que se refleja en normativas flexibles con ellas y en la poca disposición de la autoridad por enfrentarlas.
Sin embargo, más allá de los problemas que tiene el país, agudizados en seguridad, salud y educación, es probable que la estrategia del gobierno logre el resultado esperado, que no tiene que ver con mejorar la popularidad de Boluarte (algo difícil de lograr por muchos factores, que incluyen a los muertos durante las protestas del inicio de su gobierno), sino con mantener la gobernabilidad en el país; por lo menos donde el Estado logra ejercer autoridad.
La aplicación de estas estrategias populistas de manual parece infalible, pues se vienen aplicando en diversos contextos en distintos lugares y tiempos, y es usual que logre resultados similares. Tal vez, al apelar a elementos básicos como el rechazo al otro (al diferente) y simplificar los problemas, hace que la sociedad conecte con miedos atávicos que nos hacen reaccionar colectivamente, pero que no resuelven los problemas de fondo y permiten a los políticos usar retóricas demagógicas con las que evitan rendir cuentas.
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