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Borges y las lágrimas

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Fecha Publicación: 23/01/2024 - 22:30
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En uno de los versículos de su Evangelio Apócrifo, Borges dijo: “Desdichado aquel que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.” Sin embargo, en otro poema titulado Elegía, refiriéndose a alguien que llora escribió: “Sin que nadie lo sepa, ni el espejo/ ha llorado unas lágrimas humanas. / No puede sospechar que conmemoran/ todas las cosas que merecen lágrimas: /la hermosura de Helena, que no ha visto/ el río irreparable de los años / la mano de Jesús en el madero/ de Roma / la ceniza de Cartago / el ruiseñor del húngaro y del persa…/ la breve dicha y la ansiedad que aguarda/ de marfil y de música Virgilio…/ Del otro lado de la puerta un hombre / hecho de soledad, de amor, de tiempo/ acaba de llorar en Buenos Aires/ todas las cosas.”

Según lo exégetas, un verso de Virgilio, tal vez el más hermoso y complejo de la literatura latina, dice: Sunt lacrimae rerum, et mentem mortalia tangunt, cuya traducción literal es: “Hay lágrimas de las cosas y las cuitas mortales tocan a la mente”. ¿Las cosas lloran? Virgilio responde que sí, por eso Borges dice que un hombre hecho de soledad, de amor, de tiempo –como cualquiera de nosotros– acaba de llorar todas las cosas.

Casi contradictoriamente, en el poema El Ángel, escribe Borges: “Que el hombre no sea indigno del Ángel…/ Que no se rebaje a la súplica/ ni al oprobio del llanto…/ El Otro lo mira…/ el incesante espejo lo atestigua:/ que no macule su cristal una lágrima”. En otro poema Un Soldado de Lee, dedicado a un combatiente del ejército confederado de Virginia del Sur abatido en una de las batalla de la Guerra de Secesión, dice: “…te canto a ti /que sin la dádiva del llanto/ caíste como cae un hombre muerto. / No hay un mármol que guarde tu memoria/ seis pies de tierra son tu oscura gloria.” Y en uno de los poemas de los dones escribe: “Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría/ de Dios/ que con magnífica ironía/ me dio a la vez los libros y la noche.”

Pero el amor desgraciadamente, como él mismo dijo, lo tocó y entonces escribió un poema, La Luna, dedicado a María Kodama, en el que recordó para mitificar su ofrenda, el largo llanto de la vigilia humana: “Hay tanta soledad en ese oro. / La luna de las noches no es la luna/ que vio el primer Adán. Los largos siglos/ de la vigilia humana la han colmado/ de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.”. Ya antes, presintiendo la felicidad y sus inevitables lágrimas, se lo advirtió a sí mismo, en su poema El Amenazado: “Es el amor. Tendré que ocultarme o huir…”
No lo pudo hacer y pagó, como tantos, las duras consecuencias.

Jorge.alania@gmail.com

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