Buenas nuevas desde Puquio
En nuestros pueblos del Ande, nuestros mayores son portavoces de mucha sabiduría pues van trasmitiendo oralmente nuestras tradiciones e historias. Sin embargo, los vientos arremolinados pretenden llevárselas consigo y dejar a las próximas generaciones inermes, atadas de pies, manos y pensamiento. Por eso, siento especial alegría al tener, entre manos, la nueva entrega de José Antonio Tincopa Calle y Odania Tincopa Cano, escrita para devolver al pueblo lo que le pertenece. Este ramillete de narraciones nos recuerda los vaivenes de nuestros pueblos en tiempos de la Colonia y de los primeros años de la República, tiempos donde los pobladores altoandinos encontraron formas especiales para comunicarse y enfrentar todas las peripecias de la vida y de esas circunstancias. Cada uno de los catorce Cuentos, mitos y leyendas compilados en este hermoso libro son del entero dominio del acervo popular, felizmente registrados con crudeza, realismo y también con mucho amor, el amor de quienes aman a su pueblo.
Resalta “Los músicos del arenal” que versa sobre el injusto, abusivo y desigual sistema para enrolar a los futuros soldados como parte del servicio militar obligatorio. Estas “levas” solo se hacían con los hijos de las “indias” y eran tragedias que arrancaban el propio corazón de las madres. La historia se desarrolla en escenarios literalmente fascinantes y mágicos que van desde las agrestes cumbres hasta las paradisiacas playas en la costa sur del país.
Me llamó la atención “La leyenda de Kuyuq Rumi”, que trata sobre la hija del cacique de la comarca (Kusiy Tika), bella y caprichosa, quien disfrutaba caminando por planicies, prados, mojadales y cumbres de la cordillera, siempre bajo el cuidado de sus acompañantes de la corte que disponía su padre. Presumía de su poder y fuerza al ver moverse a una inmensa roca, que suponía era mecida por los indios que la acompañaban bajo sus órdenes. Lo cierto era que detrás de cámaras quien lograba tremendo acto era uno de los sabios que lo ofrendaba como pago a los dioses tutelares y Apus. La piedra, en estos días, es un santuario en Puquio y es uno de los destinos de visita de las mujeres jóvenes del pueblo, que van a llenarse de fuerzas espirituales y a empoderarse como mujeres.
El libro llega como un errante para refrescarnos con nuestra propia historia, y se anuncia como los versos de José Martí: “Yo vengo de todas partes, y hacia todas partes voy: arte soy entre las artes; en los montes, monte soy”. En resumen, aquí estamos resistiéndonos al olvido, porque somos arrieros y en el camino nos volvemos a encontrar.
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