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Buscándole razones...

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Fecha Publicación: 31/07/2024 - 22:50
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Boquita de caramelo, aunque sin un cutis de seda ni el reflejo de una exuberante magnolia, salvo el brillante traje blanco que portaba en el Día de la Patria, cerró su desordenado, repetitivo y prolijo discurso, soporífero para muchos, con una sublimación de insultos contra otra persona que vociferaba en su contra la palabra “corrupta”, tal vez enfurecida por el obligado desplante público que tuvo que hacerle sufrir a su “Wayki”.

Pensando en la Constitución que, a ratos, parece un instrumento algo lejano para los que nos gobiernan, ilusamente me empeñé en recordar que allí se establece que el presidente de la República encarna a la Nación, es decir, a toda la población peruana: a los que aman como a los que odian; a los que confían como a los que desconfían; a los sensatos como a los intransigentes, entre otros, porque en la cima del poder político, por el pacto social creador del Estado, un presidente es como un padre con hijos que jamás van a pensar o actuar del mismo modo, cuyas personalidades y temperamentos siempre serán distintos y confrontacionales, por lo cual, es deber del gobernante encarnarlos a todos, comprenderlos y actuar coherentemente para que en la diversidad social se elimine la confrontación violenta y, a través del respeto mutuo abanicado por un nivel razonable de confianza, se pueda ir fortaleciendo la unidad nacional que tanta falta nos hace.

La ausencia del buen ejemplo y la confrontación intensa e irracional entre los políticos, heredada tal vez de esa nefasta época del caudillismo que impidió consolidarnos como República en un verdadero Estado de Derecho, sigue dividiendo a los peruanos en grupos irreconciliables en los cuales el odio va anidándose cada vez con más intensidad y peligro.

Recordemos que ese fue el principal factor para que llegara al poder el nuevo gobernante quien, si hubiera tenido un mínimo de actitud estratégica, ya habría acabado con nuestro llamado Estado Constitucional de Derecho y no tendríamos nada que envidiar a Venezuela o Cuba.

Es hora que la serenidad retorne al Perú y que cada quien piense y disfrute en lo que crea, pero respetando las ideas de los demás. Conversar y discutir sin ira siempre será un diálogo enriquecedor donde, al decir del general Marín, las ideas se exponen, no se imponen.

Buscándole algún buen augurio al discurso presidencial, a pesar de la avalancha abrupta de promesas y presuntas realizaciones, vamos a rogar a Dios que al menos tres propuestas se hagan realidad: la gran inversión minera, las grandes irrigaciones para ampliar en cuatrocientas mil hectáreas las tierras de cultivo en la costa y el desarrollo de grandes redes de infraestructura vial en el Perú.

El problema es que al día siguiente del desfile, la Fiscalía de la Nación interpuso denuncia contra la presidenta y muchos exministros, por delito de homicidio por las víctimas caídas en las protestas violentas que todos conocemos.

Da gusto vivir en paz.

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