Cambiar las cosas para que todo siga igual
La novela El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, publicada en 1958, sigue vigente a pesar de los años, y podría servir para entender algunas conductas de los actores políticos más visibles de nuestro medio.
Esta novela popularizó la idea de “cambiar las cosas para que todo siga igual”, algo aplicado constantemente a lo largo de la historia, por los distintos grupos dominantes que buscan mantener sus beneficios a pesar de los cambios socio-político-culturales que configuran los hechos históricos.
La nueva mesa directiva del Congreso de la República, que tiene a la cabeza al partido Alianza para el Progreso, respaldado por Fuerza Popular, Podemos Perú y Somos Perú, parece enmarcarse en esta idea planteada por Lampedusa.
Las declaraciones de Wilmar Elera de Somos Perú, en un medio de prensa, respecto a que la nueva mesa directiva no se formó para buscar la vacancia de Castillo, sumado al discurso de Lady Camones, la nueva presidenta, que, a pesar de expresar loas a la labor de la fiscalía, no tomó una posición confrontacional contra Castillo (que es lo que espera el sector más polarizado de la oposición), no permiten dejar en claro qué posición toma la mesa directiva frente al Gobierno.
Sin embargo, si nos remitimos a la trayectoria política de las bancadas que conforman la nueva mesa directiva en lo que va del mandato de Castillo, encontraremos que, en situaciones diversas, muchas de ellas trascendentales, todas estas bancadas, incluso Fuerza Popular (aunque en menor medida), han votado junto al oficialismo.
Esto podría explicarse a partir de la presencia de personalidades de los partidos en ministerios, como es el caso de Salas (Somos Perú) en Cultura, o con los intereses en común respecto a ciertas reformas específicas, como el de la Sunedu (Podemos Perú). También, con el hecho de que se presume una relación vinculada a la tesis de Castillo (Alianza para el Progreso). Esto hace suponer que, por lo menos políticamente, y a pesar de los discursos políticos, no existe la intención de un cambio sustancial de las circunstancias.
El discurso de Castillo por 28 de julio, aunque terminó con algunos exabruptos por parte de los parlamentarios de oposición, parece haber respondido a este contexto, en el que la posibilidad de perder respaldo político en el Parlamento se muestra lejana, por lo cual Castillo mencionó la necesidad de trabajar en unidad, buscando tender los puentes de diálogo que le permitan mantener ciertos niveles de gobernabilidad y posiblemente lograr un contrapeso frente a Fiscalía, que avanza en las investigaciones en su contra y de su familia.
La entrega de Bruno Pacheco había hecho sentir a algunos sectores muy confiados en que Castillo dejaría de ser presidente para más tardar el 28 de julio, incluso se mencionaba en redes sociales que habían empezado a gestionarle un asilo político. Si estos trascendidos son ciertos, en lo concreto le estaban dando un plazo para que renuncie, algo que debería llevarnos a repensar la capacidad de acción de lo que parece ser un poder fáctico en el Perú.
Sin embargo, la posibilidad de que Castillo deje el poder parece remota. Más aún si se considera que Fiscalía requerirá de la orden de un juez en caso decidiera plantear una acusación o solicitara algún tipo de acción coercitiva contra Castillo, algo que difícilmente llegará a buen puerto, por el simple hecho de no coincidir con lo dispuesto por la Constitución.
También se debe considerar el pacto firmado por la actual mesa directiva, en el cual se comprometían a dejar su cargo en caso tuviera que darse una transición democrática tras una eventual salida de Castillo; difícilmente alguien que acaba de ganar la mesa directiva contribuiría a dejarla rápidamente.
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