¡Cambiemos el régimen electoral y partidario!
Comentábamos últimamente la involución que ha sufrido la autoridad política nacional, y con ello la sociedad entera, sometida a despreciables regímenes de gobierno que, al final del día, han acabado con la Educación Pública, la Sanidad Estatal y la Seguridad Ciudadana, para empezar. En el otro extremo, se ha consolidado la informalidad como modo de vida del peruano, convirtiéndonos en un país peor que muchas republiquetas sudacas. El daño que nos han causado las recientes décadas gobernadas por sujetos sin el menor pergamino para hacerlo es, por donde se le vea, inconmensurable. Quizá el ejemplo más dramático haya sido la pérdida de oportunidad que hubo el año 2016, tras la elección de PPK como presidente y una apabullante mayoría parlamentaria que la conformaba el fujimorismo.
Las posibilidades de que el país se enrumbase hacia un escenario alejado del despreciable tercermundismo, adonde seguimos, eran sin duda palpables. Bastaba consolidar criterios y consolidar alianzas –ambas agrupaciones de las vertientes de la derecha– para construir la nueva República Peruana. Pero ambos, Ejecutivo y Legislativo, resultaron tan, pero tan incapaces, que al año y medio el país explotó bañado por la lluvia de corrupción, que sigue demostrando haber sido la mayor herencia que ha dejado ese medio siglo de mediocridad –de escoria política más bien– desde luego junto con su prima hermana, la informalidad.
El Perú no quiere, puede ni debe permitir que esta coyuntura siga prolongándose más tiempo. Demos el golpe sobre la mesa gritando: ¡Basta! La gente mejor educada debe comprender que ese criterio de los años cincuenta o sesenta –“no te metas en política porque es muy sucia”– debe desaparecer. ¡Solamente ha contribuido a consolidar a la basura en el poder! No sólo en el poder Ejecutivo. Ocurre lo mismo en el Judicial, el Legislativo y en cualesquiera esfera de poder político. Algo anda muy mal en el Estado peruano. Es hora de cambios. Empezando por modificar las leyes promulgadas por gobiernos gestionados por incompetentes, relativas a normar a los partidos así como a orientar el sistema electoral. Son causantes en buena parte del problema. La última reforma la dio el miserable, corrupto y potencial asesino en serie Vizcarra, de la mano de un mamarracho apellidado Tuesta, tipejo encumbrado como el pope del sistema partidario y electoral peruano por los medios vendidos a Vizcarra que dependen de la progresía caviar (El Comercio, La República, RPP, etc.). Tuesta y Vizcarra tienen toda la culpa del impresentable resultado de la última elección. Y deberían asumir su culpa.
Pedimos al Congreso que, haciendo un esfuerzo –excesivo para su medianía, aunque vital si abriga algún gen democrático– reúna a los mejores especialistas en normas partidarias y electorales –definitivamente a ningún sujeto caviar, de Transparencia o de cualquiera otra oenegé– para darle forma a una nueva ley electoral, capaz de vertebrar las elecciones regionales y municipales de octubre; y otra ley de partidos, que dé frutos para las siguientes elecciones generales. ¡Los congresistas no necesitan ni pensar; sólo copiarlas de Costa Rica o Colombia. ¡Pero háganlo ahora mismo!
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