Cambio de nombre…
Primero un aviso en blanco y negro y a toda página en el que el Grupo Graña y Montero pide perdón a todos los peruanos y anuncia el cambio de la denominación social. Luego, otro aviso, esta vez televisivo, en el que se ve cómo la marca de la Corporación más importante de la industria de la construcción peruana es retirada de la fachada de su sede matriz. Con estos dos actos la firma comunica al país que “ya no somos Graña y Montero, ese nombre ya no nos representa. Estamos construyendo una nueva compañía, cuyo cimiento es asegurar que lo que pasó jamás vuelva a suceder”.
Al mirar estos mensajes, no pudimos alejar de nuestra mente el recuerdo del querido tío “Pichu” Graña orgulloso de esa compañía que tres empresarios fundaron en 1933 y que décadas después se convirtió en líder de los servicios de ingeniería e infraestructura nacional. Incluso nuestro padre en su inicial andadura de ingeniero electricista prestó servicios como subcontratista de la que fue tan prestigiosa Empresa. Ambos, afortunadamente, se fueron de este mundo sin conocer las corruptas tropelías en que cayó la Corporación y que la ha llevado a tener que pedir perdón al Perú y modificar su enfangada razón social que también enloda dos apellidos muy respetables.
Hoy, la otrora Graña y Montero -cuyo nuevo nombre desconocemos- producto de la gestión delictiva de directivos y ejecutivos emparentados o no con los fundadores, se encuentra colaborando con la justicia y deberá responder y pagar la reparación civil que se le imponga. No nos interesa hablar de los exfuncionarios autores o partícipes de la comisión de graves delitos. Ellos que purguen lo que legalmente tendrán que purgar. Nos interesa llamar la atención sobre un grupo empresarial que ha efectuado una profunda reestructuración y reorganización y del que dependen, directa o indirectamente, más de 15,000 personas y que ahora le pide perdón a la Nación por el pasado y confianza para el presente y futuro.
Hemos leído y escuchado las declaraciones del actual máximo representante del Grupo, así como la andanada de críticas o vituperios de los escépticos ante este compromiso de refundación societaria. Preferimos creer que el cambio no será sólo de nombre por el bien de la empresa privada y de este desmoralizado país. ¡Amén!