Camino al extremismo
La herencia del comunismo, que llegó al poder gracias al fraude electoral consolidado por un marxista llamado Jorge Luis Salas Arenas, continúa corroyendo el Estado peruano. Dina Boluarte, heredera del cleptómano, mitómano y ágrafo Pedro Castillo, persigue al pie de la letra la receta totalitaria para que el extremismo capture el poder y no lo suelte, llevando al país a la quiebra y arruinándolo hasta que la población cruja y se levante en protesta masiva. Hora que aprovecharán los izquierdistas, tradicionales salvadores de los ingenuos y menesterosos, alegando que la derecha llevó al Perú a la ruina y que ellos —los comunistas— impondrán el socialismo como sistema, para que no existan más clases sociales y se uniformice a la población en torno a una nueva sociedad donde no vuelvan a existir ricos y pobres; es decir, desaparecerán las clases sociales.
Esa fue la estrategia empleada por Fidel Castro, y repetida por Hugo Chávez y los demás gobernantes latinoamericanos. Hoy ellos —o sus herederos, convertidos en omnipotentes dictadores— mantienen a sus pueblos en la esclavitud de la miseria total, del atraso y del hambre, sometidos por una policía pretoriana que los mantiene a raya. Esto, que es el ABC de la estrategia extremista, lo venimos advirtiendo hace muchos años. Y fue lo que se pretendió imponer con Pedro Castillo. No obstante, parte de la crédula, tonta y comodona sociedad peruana prefirió votar por él, manteniendo ese statu quo que nos ha conducido al punto de quiebre en el que nos encontramos. Hoy somos una nación en medio de una fenomenal crisis económica y financiera, comandada por un gobierno pelele y, por cierto, absolutamente incapaz —como exige el plan de gobierno previo al comunismo— aunque estratégicamente monitoreado por la verdadera eminencia gris de este clásico operativo del totalitarismo, que apunta a llevar a este país al crac económico, para luego aplicar el plan B, al que acabamos de referirnos.
Según información aparecida ayer en este periódico: “El saliente ministro de Economía y Finanzas, José Arista, cuya gestión ha sido una sucesión de malas decisiones, merece un capítulo aparte. Bajo su dirección, el Perú ha perdido rumbo y credibilidad en el manejo de las finanzas públicas. Su incapacidad para plantear reformas estructurales y su complacencia con un gasto público desbordado lo convierten en uno de los principales responsables de esta crisis fiscal que se avecina. En lugar de buscar soluciones sostenibles, ha optado por el camino más fácil: patear el problema hacia adelante, a costa de hipotecar el futuro de los peruanos”.
Sin embargo, ni Boluarte ni Arista son los principales responsables. El Congreso —nido de intereses particulares y promesas populistas— es su cómplice, promulgando leyes y medidas que buscan congraciarse con la población, empujando temerariamente el gasto a niveles demenciales. Un Congreso donde la mediocridad de la oposición —representada por el fujimorismo y uno que otro partido desacreditado como Acción Popular y Alianza para el Progreso— ha permitido que la mayoría marxista imponga su voluntad, acatando las instrucciones del auténtico operador de la gobernanza actual (Ejecutivo y Legislativo), llamado Vladimir Cerrón.
Avanzamos camino al comunismo sudamericano.
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