Cangallo, 7 de octubre de 1814
Al amanecer, mientras que en los prados que circundaban el pueblo reinaba el silencio y las flores seguían incubando su aroma en complicidad con la tenue lluvia, las lenguas de fuego imponían terror destruyendo y arrasando todo a su paso, dejando en escombros a todo el pueblo; sus pobladores eran acribillados con insanía con el otro fuego que brotaba de las armas de los soldados enviados por el general español José de Carratalá. En las lenguas de fuego se veía, como en un espejo, la rabia de quien juró venganza y dejaba constancia “de que no se estaba jugando con ellos”. Ese fue el mensaje que meses antes había decretado: “Queda reducido a cenizas y borrado para siempre del catálogo de los pueblos, el criminalísimo Cangallo”. Así se consumaba “el castigo” un 18 de enero de 1822, sumiendo en luto a todo un pueblo, a todo un país.
Es que los españoles jamás aceptaron haber sido derrotados y humillados por los indomables morochucos, quienes, bajo el mando de Basilio Auqui, lucharon infatigables en todos los campos; estuvieron comprometidos en cuerpo y alma, con toda su familia, como lo hacen los valientes. Fueron incansables día y noche, dejando en cada batalla su ADN de cabales patriotas y arropando sus pasos con el sello de libertad cubiertos de sangre, sudor, lágrimas y honor a favor de la patria. No olvidemos, recordémoslo siempre, que el primer grito de Independencia sonó y vibró fuerte en Cangallo, para no extinguirse nunca más, un 7 de octubre de 1814, mucho antes de que se proclamara la Independencia del Perú. Esta gesta trascendió nuestras fronteras y es aliciente permanente para hinchar el pecho por lo hecho en pos de la patria por los bravos morochucos. Desde entonces esta proeza es haz de luz que alumbra en todas las direcciones para no olvidar que la patria es sagrada.
¿Qué podemos reprocharles a los herederos de Basilio Auqui y de María Parado de Bellido? Lo único que podemos enrostrarles es que son alegres, carnavaleros y robacorazones y que siguen siendo leales patriotas que custodian nuestros sueños de libertad. A ellos les estaremos siempre agradecidos por mantener intacto el sueño libertario, tal como lo hicieron sus ancestros, también nuestros ancestros, y por ser vigías permanentes de los sagrados intereses de la patria. Por eso compartimos la alegría y el honor de conmemorar un aniversario más de la Primera gesta de la Independencia del Perú en la Heroica Villa, ahora ciudad de Cangallo.
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