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Carlos Álvarez, el comediante outsider

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Fecha Publicación: 30/05/2024 - 22:00
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Carlos Álvarez es el comediante outsider que puede ser presidente del Perú. Henri Bergson, el gran teórico de la risa, diría que Álvarez es un animal politico “que ríe” y “hace reír”, y que entiende que la risa tiene una significación social y política. Este artículo tiene la siguiente clave teórica: Henri Bergson, “La risa. Ensayo sobre el signficado de lo cómico”; y contiene la siguiente hipótesis de trabajo: Álvarez puede ser presidente de la república únicamente por la fantasía cómica. Para el filósofo francés, la risa posee una teoría del conocimiento: se aloja entre la inteligencia y la intuición. La risa implica una forma de pensamiento. La risa podría ocupar un lugar entre las epistemes emergentes. Es una especie de conocimiento social, y raro. Encuentra que la risa está emparentada con el arte, y que lo cómico encuentra su origen y su realización en la sociedad. Bergson sostiene que “nos reímos siempre que una persona nos da la impresión de una cosa”, y que esa “cosa” es lo risible de una entidad imaginada. Dice: “Fuera de lo propiamente humano, no hay nada cómico”. Para él, la risa es “lo mecánico calcado sobre lo vivo”. Entiende que la risa se origina en la propia vida y que, por tanto, nos informa sobre la vida misma. Desde esta perspectiva teórica, la risa es un ensueño; y desde la perspectiva empírica, los peruanos que ensayan la risa política viven un ensueño. Vista así, la candidatura presidencial de Álvarez es la expresión risueña de lo antipolítico y hasta de lo antisistémico. Bergson podría referirse al proceso político peruano, y a sus diversos elementos, para decir que éstos “encajados unos en otros (producen) la ilusión de la vida y la sensación clara de un ensueño mecánico”. También podría ponerse de acuerdo con el filósofo de la política Gonzalo Soto Posada, para sostener que la cultura política de la risa está caracterizada “por ser plurilateral, particular, pluridimensional, abierta, plurisemántica, que se sabe no acabada y carente, no prototípica ni ejemplar, existencial, contaminada por el juego de la vida, variable como la vida misma, con continuidades y discontinuidades, rupturas, suficiencias e insuficiencias, sonrisas, juegos de lenguaje, contestaciones, sin pretensiones de ser única y absoluta”. Es que, la comicidad política parece tener un sentido propio de lo razonable, que la sociedad entiende y asume.
Álvarez posee la razón cómica. Él imita, pero su imitación deviene en la resignificación de la vida política realmente existente. Es decir que, los propios políticos producen la risa política. Álvarez ha parodiado, en el teatro, pero sobre todo en la televisión, a “Keiko, la hija de su papá”, “Cesitar Amuña”, “Martincito”, “Tina Volarte”, y otros que serían sus competidores en la próxima elección presidencial. Pero, ocurre algo más: La concreción cómica es la concreción de la vida misma. Por tanto, Álvarez un cómico nada más, y nada menos: Él es como sus personajes, y no puede dejar la comicidad si quiere ser él mismo un actor político. Él tiene el poder de la comicidad, en un país en el cual la risa social está relacionada con los políticos antisociales, o inadaptados. No obstante, por lógica, su campaña presidencial sería emocional y hasta violenta, pues la risa social corresponde a nuestros momentos de olvido de nuestros afectos. Por ello, Bergson sostiene que “lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anesthesia momentánea del corazón”. La candidatura presidencial de Álvarez podría crear una nueva dicotomía electoral: risa–seriedad. A Carlos Álvarez, la fantasía cómica le puede ser suficiente para ser presidente del Perú.

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