Casa de muñecas
Barbie, la película, viene recaudando ya más de un billón de dólares. En el mundo de Barbie las mujeres pueden ser todo lo que se propongan: presidentes, científicas, empresarias, doctoras, académicas y militares. Más o menos como en el mundo real hoy en día, pero con la salvedad que en Barbiland domina un matriarcado donde el hombre es pura decoración y los Ken son unos ocupas.
Pero lo más importante en este mundo de fantasía donde las mujeres pueden ser todo y los hombres nada, es que los habitantes de Barbiland no tienen sexo: ni Barbie vagina ni Ken pene y testículos. Así lo ponen de manifiesto cuando por arte de birlibirloque terminan ambos en el mundo real.
Es decir, el mundo perfecto para la directora feminista Greta Gerwig es el de los asexuados, o mejor dicho el de los trans mutilados, pero sin afeites. Pero lo cierto, lo concreto y lo real es que en el mundo las mujeres no pueden ser todo lo que se propongan ni los hombres tampoco. Es más, no es porque existe un patriarcado –que la película busca reemplazar por un matriarcado– que en el mundo de verdad la naturaleza le otorga ciertas ventajas más al hombre. Empezando por la testosterona que lo hace más fuerte y, por lo tanto, le otorga ya no digo el “derecho”, sino la facultad para dominar el mundo: su mundo. Pero incluso allí el mérito juega un papel trascendental e individualista.
Una serie de factores sociales y culturales, pero nunca sin perder de vista la naturaleza, hace al hombre más o menos meritorio para ocupar ciertos cargos y desempeñar ciertos quehaceres. Lo mismo sucede con las mujeres en menor medida pues, como lo he dicho, el mundo lo dominan los hombres por la fuerza que les da la testosterona. No es difícil suponer entonces que el desbalance que se quiere corregir entonces entre hombres y mujeres en el mundo real siempre quede cojo y que la única manera de llevarlo a cabo es en un mundo de muñecas donde las mujeres o las niñas son las que llevan la voz cantante.
Lo mejor de la película fue para mi cómo la directora sabe perfectamente, consciente o inconscientemente, que la naturaleza tiene cursos inexorables. Después de haber estado en el mundo real, Ken se da cuenta –se auto percibe– ya no como un vil muñeco de compañía, sino como un hombre y regresa a Barbiland para enseñarle a los otros Ken que es ser un macho.
Las “cosas de hombres” que no le gustan a la directora poniéndolas como estereotipos, son en realidad las que definen los rasgos primarios de la virilidad y la vemos en todas las culturas. Pero a Ken le terminan cortando el pene nuevamente. Un complot de arpías los emasculan pero a diferencia de ellos que quedan en Barbiland, Barbie regresa al mundo real para tener vagina!!!! Así termina la película, con Barbie en el ginecólogo. Que juzgue el lector si Barbie no es más que un panfleto caviar. Lo que yo he visto es que en el cine a los hombres les duerme la película y vienen por acompañar a sus novias y estas, las pobres, no entienden absolutamente nada. Por lo menos, la mayoría.
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