Casi juntos, pero en modo alguno revueltos
Hace dos días llegó al Perú –extraditado desde Estados Unidos de América– Alejandro Toledo, el falso “cholo de Cabana” o “cholo sano y sagrado”, etiquetas con que él y su socia (que deberá correr la misma suerte) buscaban distraer a la opinión pública de los latrocinios que cometían desde la posición de poder que ostentaban en los años 2001 a 2006.
Ha sido recluido en el establecimiento penal de Barbadillo, Ate, donde también se encuentra desde diciembre último Pedro Castillo, el falsificado campesino y rondero que se dedicó a pervertir el cargo y poder obtenidos en julio de 2021 y que al verse cercado por delaciones de sus presuntos cómplices perpetró un golpe de Estado y fue detenido antes que lograra cobijarse bajo el paraguas del narcotráfico internacional.
En el penal mencionado también se encuentra desde hace más de quince años el expresidente Alberto Fujimori, privado injustamente de su libertad, sentenciado sin prueba alguna por delitos contra la vida y libertad de personas presuntamente vinculadas al terrorismo y el falso secuestro agravado de dos personajes cercanos al extraditado Toledo.
Basta no tener prejuiciosa animadversión hacia el expresidente que logró recuperar al Perú de la gran quiebra económica, política y moral en que recibió el gobierno en julio de 1990 para tener muy claro que aunque las tres personas arriba mencionadas se encuentren internadas en un mismo establecimiento penal, sin contacto alguno, ese hecho en común en nada autoriza a confundir sus distintas situaciones y sobre todo su distinta trascendencia en la vida nacional peruana.
Al expresidente Fujimori no se le ha siquiera acusado, menos aún señalado indicio alguno de haberse beneficiado económicamente a partir de contrataciones públicas o actos de gobierno. La irresponsable especie de mal uso de los fondos de la privatización ha sido oportunamente desbaratada por especialistas de prestigio y se llegó al colmo, en el toledato, de ocultar las conclusiones de una investigación internacional mandada a hacer con dinero público (el informe Kroll) que demostraba la inexistencia de indicio alguno de enriquecimiento indebido por parte de él.
Quien es considerado hoy, a 22 años de finalizado su gobierno, como el mejor presidente de la República del Perú, regresó voluntariamente desde Japón donde podía haber permanecido a salvo de la infame persecución política que le desató (como cortina de humo para su ladronería) el gobierno de Toledo. El tránsito de Fujimori por Chile sirvió para descartar decenas de falsos delitos que se le atribuyeron con odio mayúsculo.
No vale pues confundir.
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