Caso Lava Jato: hora de balances…
Como siempre se repite aquello de que lo que mal empieza, mal acaba, lo repudiable en nuestro país es que a nivel de autoridades nadie asume la defensa cabal de los intereses nacionales y, por ende, del interés social que a gritos exige la eliminación de la impunidad en la lucha contra la corrupción.
Descubierta la estructura corrupta de Odebrecht a nivel regional y sus actos colusorios para hacerse de las grandes obras de infraestructura, con un poder inigualable para destruir toda resistencia ética a nivel público y privado, tanto así que en torno a ella generó una organización paralela nacional (Club de la Construcción entre otros) para convertirse en el más poderoso oligopolio de la gran corrupción, nuestras autoridades de control posterior, léase sistema de justicia, porque el control previo y el concurrente no sirvieron para nada, ni asumieron con convicción la persecución de ese monstruo de mil cabezas, todas ellas podridas de ilegalidad, inmoralidad y corrupción plena, como tampoco trazaron una efectiva estrategia de investigación, eliminación inmediata de los beneficios ilegales de esa putrefacta corporación, detención de sus funcionarios e incautación de locales, documentos y demás bienes.
No hay que olvidar que aún desde el Poder Ejecutivo llegó un velado auxilio a favor de la gran empresa corrupta a través de un malhadado decreto supremo cuyo origen y consecuencias de su aplicación no han sido objeto de estudio y menos de evaluación para determinar responsabilidades que podrían exceder el marco puramente administrativo.
En el Brasil, sede de Odebrecht, gobernaba el señor Bolsonaro quien impulsó la persecución judicial de los directivos de esa empresa que, según se voceaba, había financiado las campañas políticas del entonces ex presidente Lula. Se hizo famoso el juez Moro y una cuadrilla de fiscales mostrando al inicio de los procesos eficaces medidas incluidas la toma de declaraciones con sindicaciones de agentes extranjeros de corrupción, entre ellos los peruanos.
Nuestros ingenuos fiscales asumieron que con los directivos brasileños detenidos o encausados en Brasil sujetos a una colaboración eficaz con nuestros Sherlock Holmes ya tenían cerrado el caso y a cambio de ese compromiso le permitieron a la empresa brasileña llevarse todo.
Como la política es un ir y venir, en Brasil perdió Bolsonaro y volvió al poder Lula.
Todo lo actuado contra Odebrecht y sus directivos fueron invalidados por sendos fallos de la Corte Suprema de ese país y a nadie de allá le importó el acuerdo de colaboración eficaz con los peruanos porque ya habían ganado todo y perdido nada, así que después de más de cinco años de investigación, nuestros Sherlocks se quedaron sin caso.
Lo que genera desazón por no decir indignación, es que el favorecimiento a Odebrecht y sus directivos consta en un documento secreto en el cual se dispuso a mansalva del patrimonio nacional y la dignidad de los peruanos. Ese secretismo debe ser levantado.
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