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Castillo es un peligro

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Fecha Publicación: 03/07/2022 - 23:00
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Sigue corriendo el tiempo; continúa destruyéndose el aparato estatal; sigue creciendo el hambre; prosigue multiplicándose la inseguridad ciudadana; siguen prófugos todos los amiguetes de Castillo; continúa avanzando la investigación del Fiscal de la Nación al imputado por corrupción Pedro Castillo Terrones; permanece pegado en la pared el impresentable gabinete ministerial que acompaña a Castillo, acusado nada menos que de encabezar una organización criminal para estafar al país. En pocas palabras, todo trasciende como si nada pasara en un país arruinado por la incompetencia, corrupción y prepotencia de la izquierda. Una zurda comprobadamente podrida (Toledo, Humala, Villarán, Vizcarra, etc., son pruebas elocuentes) que, en caso de haber pertenecido Pedro Castillo a las vertientes centroderechistas -portando su congénita cepa delincuencial- habría sido vacado hace meses y, muy probablemente, ahora estuviese encarcelado y procesado, camino a recibir pena de cadena perpetua. Pero no. Siendo Castillo uno de los suyos, tiene la vida asegurada. Porque estando ya próximo a cumplir un año al mando del país –arrasando con todo lo que queda a su alcance- nada indica que este sujeto vaya a dejar el poder; como exigiría la decencia, la moral y, sobre todo, la ley.

Esta inexplicable incongruencia –la derecha es corrupta por antonomasia; mientras la izquierda (tanto o más corrupta que la derecha) es la “defensora de los pobres”; por lo tanto es buenista- surge a partir de las actitudes que exhiben una y otra cantera. En el caso de la derecha, su talante comedido, cojudigno, legalista dista sideralmente del de la izquierda; siempre estridente, violentista y callejonera, decidida a reclamar lo que considere “sus derechos” tomando las calles, procurando siempre “el muertito” para culpar a la derecha de asesinar a ese “muertito” que buscaba... la izquierda.

El ex primer ministro Óscar Valdés acaba de explicar -con figuritas, para que entienda hasta Castillo- que el Perú es “un barco a la deriva”, porque “no hay un capitán que lo comande (…) Vemos que los abogados del presidente Pedro Castillo están actuando como monaguillos, hablando en sentido religioso porque no ayudan a la investigación, sino que la traban creando más distanciamiento entre la verdad y el mandatario (…) el gobierno de Castillo ya ha entrado en un punto de quiebre desde la fuga (del ministro) Juan Silva, aunado al informe de la Comisión de Fiscalización (…) Con la acusación constitucional (será presentada por la citada Comisión), Pedro Castillo habrá perdido legitimidad, y su administración se vuelve un gobierno precario que tendrá en su haber actos desesperados.”

La verdad es que mantener en el gobierno a un cadáver político –como es hoy Pedro Castillo- implica echar más bencina al incendio. Un sujeto primitivo, mendaz, corrosivo, con alma de sindicalista magisterial perteneciente a la vertiente senderista, decidido a incendiar la pradera con tal de seguir atornillado a palacio de gobierno es, desde todo punto de vista, muy peligroso para mantenerlo en la jefatura del Estado, en medio de una gigantesca crisis sociopolítica, macro y microeconómica, sanitaria, etc., como la que él ha provocado durante un año de (des)gobierno.