Castillo, olvidaste que eras mortal pero las rejas te lo recordarán
Hemos vivido una novela surrealista durante 17 meses que, como todo melodrama, está llena de miserables, traidores y mentiras. A diferencia de las antiguas tragedias griegas en las que el final era predecible y los protagonistas no podían escapar del infortunio, en este caso, gracias a que el gran villano era de una torpeza mayor a la imaginada, la ciudadanía y las instituciones no sucumbieron ni se rendirán ante esta escalada de violencia.
¿Y es que a quién se le ocurre dar un autogolpe de Estado y proponer un gobierno de emergencia y excepción un miércoles cualquiera al mediodía, sin el apoyo de la PNP y las FFAA? ¿Tan ensoberbecido estaba que pensó que su simple voluntad a través de un tembloroso discurso podría cambiar la vida de 33 millones de peruanos? Hoy le espera la prisión, precio doloroso de los placeres fáciles. Castillo es la prueba más reciente que los peores enemigos de líderes y poderosos son sus geishas y ayayeros. Los hacen levitar. Cuando los emperadores y generales romanos eran aclamados triunfalmente, un esclavo le susurraba al oído: “recuerda que eres mortal”. Esta sana costumbre servía para que los lideres no se creyeran dioses; no en vano la soberbia es un pecado capital que ha inducido a decisiones que han cambiado el giro de la historia.
Cuando Fujimori disolvió el Congreso ese nefasto 5 de abril de 1992, lo hizo a las 10:00 p. m. de un domingo, con el absoluto apoyo y movilización de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Eran tiempos indescriptibles y lo apoyaba gran parte de la población. La casa de mi padre, como presidente del Congreso, fue cercada por soldados bastante antes del mensaje a la Nación. Le impidieron la salida con amabilidad, pero absoluta firmeza. La orden de disparar ante la desobediencia era indubitable. Permaneció en arresto domiciliario durante una semana. Los políticos de esa época, muchísimo más inteligentes, íntegros y valientes. Abismos los separan de un cobarde como Pasión Dávila o un impresentable como Bermejo, que solo incita a la violencia. Sus gestos beligerantes en pleno hemiciclo los desnudan por completo.
Grupúsculos radicales, que habían obtenido protagonismo y prebendas en el gobierno de Castillo, quieren generar terror. Con violencia y mensajes de odio están logrando incendiar el país, especialmente el sur, ese que odia a Lima. Es indispensable que se tomen todas las medidas legales y de fuerza para defender a la población. A las nuevas autoridades no puede temblarles la mano, es un tema de sobrevivencia. Si tienen miedo, que renuncien. Hay un costo en vidas humanas muy lamentable que la izquierda solo capitaliza despiadadamente; para ellos cualquier sacrificio de terceros justifica el acceso al poder. Son realmente despreciables.
Boluarte fue muy pretenciosa al decir y reiterar que se iba a quedar hasta el 2026, pero rápidamente la realidad la aterrizó. Ojalá dure hasta el 2024 y esté en condiciones de promover reformas políticas mínimas como la reelección de congresistas, un sistema electoral de distritos uninominales para fortalecer la representación y maximizar la responsabilidad y, un cambio en las autoridades del JNE y la ONPE, entidades ideologizadas que han empañado las últimas contiendas por su falta de transparencia.
Con miras a las próximas elecciones, tenemos que lograr que la oposición democrática, a pesar de sus diferencias, concilie un acuerdo mínimo, programático, sobre temas fundamentales para el país. Nunca más debemos permitir que el Ejecutivo pretenda fagocitar del Legislativo y convertirlo en un apéndice de voluntades. Se ha erosionado el tejido democrático, ahora tenemos que reconstruirlo tornillo por tornillo, con la unidad democrática como herramienta fundamental.
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